Debates menores rodearon la gran semana del Calderón: el textil (camiseta blanca copera: ¿la releche o simplona?) y el pretendidamente sustancial, pero absurdo: ¡EL CAMBIO DE NOMBRE! Plagas del Apocalipsis Perico desatadas. Todo el mundo posicionándose porque, atención, la sectorial de Deportes (!) de un partido político conservador (!!) y menor se hacía eco de la encuesta de un medio revolucionario (!!!). Demasiado tentador para una semana tranquila, tras victoria por 2-0 y un déficit de discordia alarmante para los niveles nuestros. En fin, suerte del partido de ayer en el Calderón, que dictó sentencia: SÍ al cambio. Al cambio de pobre… a club con posibles, ni que sea. Si no, no alcanzamos.
Al Espanyol de Sergio le faltaron varios aspectos, pese a un buen asentamiento, y le sobró la primera acción del partido, donde Griezmann montó una petrolera a partir de los chirridos de Enzo Roco. No falló mucho más el chileno, justo es decirlo, pero su nueva concesión dio al traste con todo. La frontalidad atacante perica —excesiva, sin diagonales, sin casi alternativas— puso techo a la buena brega de Caicedo y a los escarceos corales del resto. Sólo una buena jugada del denostado Víctor Álvarez permitió a Hernán enfocar la puerta de Oblak, pero el goleador paraguayo se perdió esta vez entre dobles y triples amagues con manillas y arabescos. Para todo lo demás, el criterio de Bicandi Candy, un juez asustadizo para intentar frenar al cholismo con sus armas. Aún suerte que Thiago se lesionó solo propinando rodillazos.
Quiero y no puedo fue el segundo acto. Pau volvió a lucirse hasta tres veces (mmm, parece que este debate ya no interesa demasiado) y frenó el segundo del Atlético, a pesar del dinamismo de Yannick Ferreira Carrasco y cinco apellidos más. Sin embargo, la resistencia raramente se tradujo en esperanzas de empate, más allá del posibilismo. No generó nada con claridad el Espanyol, y dio igual que los constructores fueran Fuentes o Abraham que Asensio o Gerard Moreno. El pragmatismo de Simeone sacó a los perros de presa a perseguir y el Espanyol no se relacionó bien con la pelota. De poco puede valer la estrategia si cada intento de generar algo se convierte en un martirio de fatigas. Y Joan Jordán, sin estrenar.
Sigue el Espanyol de Sergio sin poderle ni toser a los equipos de rango superior. Parecería que algo más se puede hacer. Pero se impuso el guión de cada quince días en el Calderón: el Atleti, segundo de la Liga, maniata a sus rivales y con un gramo de tralla le vale. Quizá tampoco es cuestión de desgastar demasiado el cuchillo jamonero. ¡Sí al cambio de pobre!