Ayer volvió a demostrarse que el equipo no está bien, falta frescura y solvencia en la creación de juego y en el remate. El medio campo no genera fútbol, lo cual impide mantener la pegada de meses anteriores. Lucas Vázquez y, sobre todo, Sergio García están a años luz del rendimiento de hace poco más de un mes. Afortunadamente, la defensa aguanta con cierta solidez y la portería es propiedad de un crack que responde al nombre de Kiko Casilla. Frente al At. Madrid, el arquero de Alcover recuperó la línea que le ha llevado a la selección. No pudo reaccionar mejor al error de la pasada semana en Anoeta. Ayer, Kiko salvó al Espanyol de la derrota, gracias a dos intervenciones estelares. La parada, en la primera parte, a remate de cabeza de Torres resultó soberbia. Y mejor resultó todavía la estirada ante el remate de Raul García, bien entrada la segunda parte. En ese mano a mano, toda la ventaja era para el jugador colchonero y Kiko se lució, para salvar al equipo de la derrota. Excelente poder de acción-reacción de un portero que, como cualquiera, tiene derecho a equivocarse pero que gana para el Espanyol muchos más puntos de los que concede. Creo que le vino fenomenal el partido de ayer, sobre todo para olvidar el monumental error de Anoeta y recuperar la confianza y la fe en sí mismo. Un diez para Kiko, por si alguien tenía alguna duda.
En lo negativo, vuelvo a incidir en el tema de Victor Sánchez. Considero que cuando el de Rubí actúa por banda izquierda pierde muchos enteros y su aportación al equipo decrece una barbaridad. Durante su carrera, Víctor ha demostrado ser un jugador que se adapta mucho mejor al centro y, si no, recuerden aquel equilibrado tándem que formaba, junto a David López, la pasada temporada. Al margen del tema, el Espanyol no leyó bien el partido, tras la merecida expulsión de Miranda. Jamás tuve la sensación de superioridad numérica. Los colchoneros presionaron bien la salida de balón y cerraron perfectamente los espacios. De hecho, Moyá vivió uno de los partidos más plácidos de su carrera. Ni Sergio, ni Caicedo ni Stuani inquietaron la portería colchonera. El Espanyol está acusando de manera alarmante el bajón de juego del capitán. De la misma forma, cuando el “Mago del Bon Pastor” rozaba la estratosfera futbolística, los periquitos parecían volar al son y al ritmo que marcaba el juego de Sergio García, que era de diez. Me gustaría creer que todo es fruto de esas crisis pasajeras de los jugadores. No quiero pensar en una situación de angustia por los acontecimientos que le rodean y machacan desde tierras navarras. Cuanto antes regrese la mejor versión de Sergio, antes volveremos a disfrutar de un Espanyol ganador. Con Lucas Vázquez sucede algo similar. Creo que no le vendría mal un descanso. Ayer le noté un punto más entonado, pero lejos de aquel extremo listo y veloz que desbordaba y volvía loca a las defensas rivales. Ahora, el gallego no alcanza aquel punto de frescura que le caracterizó durante una buena parte de la temporada. De ahí que, en 270 minutos ante Athletic, Real Sociedad y At. Madrid, el Espanyol no haya generado situaciones claras de gol. Y sin gol, no hay fútbol.