Les confieso que fue uno de mis ídolos. El chileno Carlos Humberto Caszely llegó al RCDE en el año 1975. Procedía del Levante. Aquel año, el presidente Meler aparcó su política vendedora y, con motivo del 75 aniversario del club, decidió incorporar varios fichajes de claro corte mediático y con mucha calidad, caso de Jeremías, el gallego Fernández Amado, Juvencio Osorio, paraguayo de toque exquisito, o el mencionado Caszely, de cara a dar una salto cualitativo y, de paso, celebrar con todos los honores, las bodas de platino de la entidad. Recuerdo ver nacer el himno del mítico José Guardiola, “somos españolistas, siempre unidos estamos….” y en el gol sur de Sarrià se instaló un entarimado con el lema “L´Español, un club català de futbol” afirmación absolutamente obvia. Dos aros entrelazados, uno con los colores de la bandera española y otro con los de la senyera, destacaban sobre las alturas de aquel guerrillero fondo. Eran años de grandes tardes de fútbol. Los recién fichados sumaban calidad a una base contrastada, con Solsona, Marañón o Canito, entre otros, que tres años atrás estuvieron a punto de ganar la liga para el Espanyol. Don Manuel, como todos conocíamos a Meler, tuvo que desembolsar 25 millones de pesetas para fichar al chileno. Toda un pastón, en aquella época. Pero era imprescindible suplir la baja del goleador argentino Roberto Martínez, recién vendido al Real Madrid. El ‘chino’, apodado así en su país, resultó el elegido. Sarrià disfrutó del espectáculo del ‘gerente’, curioso apelativo que nació tras una entrevista periodística. Caszely, dotado de buen sentido del humor, y con la cabeza muy bien amueblada, manifestó que en el fútbol, “…como en todas las empresas, hay obreros y gerentes. Y como con el balón, la firma es el gol, pues yo soy el gerente”. Y con el gerente se quedó. Definición que definía personalidad, ambición y un puntito de vanidad. Pero les puedo asegurar que su lentitud fuera del área se convertía en velocidad electrizante en la definición, el desmarque y el instinto de gol. El área era su territorio. Caszely entrenaba lo justito, corría lo imprescindible, pero era el gol en primera persona. Sagaz, listo, hábil. Durante muchos años fue considerado el mejor jugador chileno de la historia. Hace un par de semanas mi gran amigo Rafa Marañón me hablaba del ‘gerente’ y me comentaba que ha sido de lo mejor con quién ha jugado, sobre todo en el área, en los metros finales. En ese entorno, el chileno era letal. Todo un gerente del gol.
El pasado sábado disfruté de sus comentarios en la final de la Copa América. Chile ganó su primera gran Copa. Su generación la rozó, pero se le escapó de las manos en un último suspiro. Y el sábado Caszely, el gerente, lloró con todo su país, tras el lanzamiento de Alexis, al más puro estilo Panenka. Se emocionó, siguió llorando, hasta que en medio de los sollozos articuló unas sentidas palabras: “cien años esperando. Quiero llorar, soy chileno, mierda!!! y estoy feliz por esta Copa América… cien años esperando”. En ese momento me vino a la memoria su cuerpo desgarbado, rechoncho, medias abajo, poblado bigotón y tardes de gloria en Sarriá, cuando el fútbol se jugaba a las cinco de la tarde y los chavales veíamos el partido encaramados a un muro que separaba la general de a pie de la grada inferior de asientos. Y pensé en los contrastes que nos ofrece la vida. Ese mismo Estadio Nacional de Santiago, que el sábado era fiesta de jóvenes y mayores, de hombres y mujeres, de chilenos orgullosos de su Roja, en aquella década de los años 70 era recinto de horror, con olor a sangre, muerte y tortura. Por eso el ‘gerente’ recordó también a las víctimas de la cruel dictadura del sádico General. Felicidades ‘gerente’, felicidades Chile. Te recuerdo, Amanda. La calle mojada, corriendo a la fábrica, donde trabajaba Manuel …