Partidazo en Mestalla y partidito en el Bernabéu. Le ha pasado varias veces al equipo, incapaz de encadenar dos actuaciones convincentes. Esta vez, a priori, ya había “excusas”: la distancia sideral respecto al Madrid y la eliminatoria del martes ante el Valencia, decisiva para la ilusión y el enganche del socio. Pero dio la impresión que el Espanyol de Sergio se extralimitó en sus atrevimientos y obvió en todo momento el realismo básico para vencer al Realísimo: tápate algo, no te pases a la hora de tutear, toca lo justo (si puedes) y nunca, jamás, ni con superioridad numérica (gracias, Coentrao), caigas en la trampa de despoblar tu centro del campo. Sergio no escalonó una ambición mal medida y el 4-3-3 final enterró el partido justo cuando parecía abrirse. Una pena.
Toca la Copa para olvidar, pero para ello habrá que tener memoria. Y ahí el fiasco de Chamartín puede valer. Sergio está demostrando ser un técnico inquieto y hasta impecable en lo teórico: busca soluciones, trata de innovar según el rival y persigue el “tocar teclas”, como no se cansa de repetir. El problema viene cuando debe trasladar lo académico al césped. Ahí le falta una lectura profunda de los intangibles: medir mejor la parte visceral de los duelos, apostar por un grado de arrojo que pueda ser correspondido con la calidad de sus jugadores, arriesgar con tino. Tal como lo criticamos hace una semana, convienen hoy los elogios: el técnico, esta vez sí, se flageló en público y en caliente por sus errores. El primer paso para despegar.
Todo el Power8 Stadium debe ser una fiesta el martes. Los pulmones del estadio están calentando el duelo desde el penalti que fabricó Alcácer. Los hashtags motivacionales han estallado y tienen a la tropa alterada. Y el club ha correspondido reventando precios para que Cornellà-El Prat se sumerja en un clima volcánico. Perfecto. Pero tanta pasión deberá ser bien modulada, gestionada con cabeza. Las noches coperas son ciclotímicas e imprevisibles y el Espanyol deberá surfear cuando la ola tome cuerpo; antes, cabeza y a remover las aguas. No será fácil, pero menos si se deja la hazaña a la improvisación y al golpe de genio y de garganta. Conviene una gesta quirúrgica, que este Valencia te puede trepanar a la que se te vaya la olla. Cocinemos la fiesta. Prendan la mecha y que el equipo se encienda. Se intuyen colmillos largos en las filas pericas: ese gris partido de Sergio García ante el Madrid no pudo disimular una evidente reserva para el gran banquete: el lobo, ante su presa perfecta. Ah, la Copa. El cáliz del jolgorio para un club que se psicoanaliza ante cualquier tropiezo o tontería, pero que se pone en ebullición a la menor promesa de gloria. Adelante, pericada, La noche ha llegado y debe ser nuestra. #EspirituValencia00 #TotsACornella