Había que ganar y se ganó. Y aquí podría acabarse este artículo, porque sacar mayores conclusiones es ocioso. Bueno, sí, una: vamos a mear sangre para quedarnos en Primera división. Esto, que vaya quedándoles claro y así empezarán a restar ‘peros’ a una victoria paupérrima y bajo mínimos. Sí, pero denme 12 más de estas y les doy por bueno este parto sangriento de 32 jornadas que nos esperan.
Pero vamos a analizar un poquito lo sucedido, más que nada por no dejar el artículo en cuatro líneas aunque ya esté todo dicho. El centro del campo. Ahí está el quid de la cuestión. En teoría es la mejor línea del equipo, pero ayer fue un tanto disfuncional. Invirtió Vicente Moreno el sentido del triángulo del medio. En los anteriores partidos miraba hacia arriba con Melendo en el vértice superior. Ayer, colocó en cambio a Keidi Bare en la parte inferior y el equipo se pasó más de media parte mirándose el ombligo. Paradójicamente, el albanés fue el mejor de los tres, mientras que Morlanes y Darder no sintonizan la misma onda y cada vez parecen brillar menos en compañía. Ahí tiene el míster algo en que pensar, mientras Yangel Herrera no pueda ayudarle a resolver esta ecuación. Él, de momento, no sabe donde está la tecla, ni si esto es un piano o un acordeón.
El equipo tiró tres veces entre palos y fueron tres goles. Y además lo hizo el mismo hombre, RDT, que ayer tuvo el aplomo de tirar un penalti decisivo. Esta vez Panenka no asomó su bigote. Estuvo Raúl a la altura de la responsabilidad que requería el momento y no falló, justificando su rol de goleador del equipo. A la misma altura, o superior, estuvo Cabrera, imperial en el corte e impecable en el rechace. Al final es muy fácil: el fútbol es lo que sucede en las áreas. Cerramos la puerta de atrás y aprovechamos lo que tuvimos delante. Y tres puntos. Si además, el portero paró lo que debía parar, la victoria era algo inevitable, aunque no por ello dejamos de sufrir hasta que Melero López encontró el camino hasta su silbato, lo que no hizo hasta que se rebasó con creces tiempo añadido. El Espanyol volvió a ser conejillo de indias de esta nueva reglamentación sobre el descuento. Si ante el Atlético vimos como se añadió hasta lo impensable, ayer, vimos una nueva modalidad. El tiempo no añadido en la primera parte parece ser que se puede sumar en la segunda como le salga al árbitro de la entrepierna.
Ayer encontramos a otro de los equipos peores que nosotros. Ya falta uno menos. Pero se debió ganar mucho más fácil, y si se sufrió más de la cuenta, fue gracias a un error del inefable Wu Lei. Le habíamos visto fallos groseros pero el de ayer rompió cualquier molde, hasta el punto de que en el chat de La Grada Ràdio tuvo la gran ocurrencia de rebautizarle como ‘Chinicius’ en referencia al extremo del Real Madrid que por arte de magia ha afinado el punto de mira. No sabemos si lo de Wu tiene arreglo, pero debería pedirle al brasileño el teléfono de su terapeuta, su podólogo o lo que narices sea. Porque lo de ayer no tiene perdón de Confucio. Menos mal que al final su error no tuvo consecuencias. Había que ganar y se ganó. Pero esto ya lo he dicho al principio del artículo. Ya les avisé que al final, eso era todo lo que necesitaban leer.