Se trataba de competir como se hizo contra el Barça, pero lo que vimos contra el Eibar fue la continuación del partido contra el Leganés, o mejor dicho, lo que se ha hecho durante toda la temporada. Y si ya es muy duro bajar de categoría todavía lo es más ver como se afrontan los partidos siendo muy triste la deriva de un equipo que no es capaz de dar tres pases seguidos y cuando se consigue no se inquieta en absoluto la portería contraria. Así es difícil ganar aunque ya no sirva para nada en la clasificación, pero sí es importante de cara al ánimo general para acabar con buen sabor de boca y con la esperanza de que para la próxima temporada bastantes jugadores actuales tendrán la difícil misión de volver al Espanyol donde le corresponde.
Los errores defensivos condenaron una vez más al equipo como ha venido sucediendo a lo largo de la temporada. Contra el Eibar, fueron dos penaltis ingenuos pero claros los que sentenciaban el resultado final. Aunque quedaban muchos minutos por delante, este Espanyol no transmite ninguna sensación para pensar que se puede hacer cambiar el marcador, ya que solo un remate de Calleri al palo fue todo el bagaje ofensivo.
El cambio de entrenador tampoco ha dado con lo que se estaba buscando, que no era otra cosa que competir hasta el final, según las palabras del mismo Rufete. El balance no puede ser más pobre y se ha comprobado que ni con cuatro entrenadores estos jugadores han sido capaces de reaccionar.