Que el RCDE es una compañía (como le gusta decir a Chen) ya lo sabíamos. Nada nuevo desde que hablamos del Espanyol “SAD “(menudo reconocimiento involuntario de “triste” conlleva aquí el fútbol moderno). También nos hemos hecho a la idea de la quiebra económica insalvable del club si no es por medio de una cuaresma brutal. Pero que esa travesía en el desierto de los círculos viciosos (expectativas rebajadas, ventas urgentes, decrecimiento y vuelta a empezar) alcanzara también la fractura sentimental parece demasiado incluso para los corazones pericos. Un atentado doloroso, esto del incremento de los abonos, con jubilados y críos como principales víctimas. No: no es de recibo.
Ni la caída-renuncia de Adolf Rousaud puede desviar la atención en este momento crucial para la defensa del club. Ha sido la propia entidad quien ha propulsado una campaña para su involución social. Ha sido el mismísimo Espanyol el que ha desmovilizado a las familias pericas sin que parezca importarle demasiado. Ha sido esta empresa tan preparada y superprofesionalizada la que ha puesto en jaque su negocio con un plan anti-expansivo a todas luces. Porque el perico quiere ser socio necesario del Espanyol siempre, es verdad; pero le da absolutamente igual ser un cliente prescindible para Rastar. Y más aún si lo someten al chantaje sentimental, tan fácil de rebatir con un chantaje económico: “Si tú no das marcha atrás en tu política kamikaze, no renuevo o busco la modalidad más barata. Ya volveré cuando no estés… Pero así, no”. El fracaso está cantado.
Las conversaciones, las redes y los programas de pericos se llenan de historias de pericas y pericos tan dolidos como descolocados. Cada narración supera en mucho la del gran Paulí en el docudrama servido para reblandecer los corazones. Pero “no haré marcha atrás”, dice Roger Guasch, que sigue sin ver que está manejando un material muy sensible. Que no admite que lo que en otros sitios puede procurar el saneamiento, en un club como el Espanyol solo genera embrutecimiento y podredumbre. El desastre. El abatimiento. El riesgo de defunción social. Éramos ya pocos y parió la burra.
Quisiera recordar a los gestores que Lara tuvo que plegar velas cuando le dio por imponer las jornadas económicas contra Barça y Madrid en el primer año de Montjuïc, cuando el dolor por Sarrià aún estaba muy caliente. Quisiera hacer ver a tantos que el perico admite ciertos niveles de sadismo del entorno (le gusta rebotarse), pero que jamás los va a tolerar por parte de quien debería procurar atenuarlos. En este club se consiente el error, pero no un autofastidio empecinado y absurdo que, para colmo, supone la desnaturalización de la entidad. Hagan lo que quieran con las arcas y la plantilla (el club y el negocio es suyo, claro está), pero a los pericos, respétenlos.