Lo dice el tópico: una copa de vino al día no hace daño. Entre los sanitarios, no hay unanimidad al respecto. Pero sí entre los pericos si lo trasladamos al fútbol: los mejores días de nuestras vidas como forofos blanquiazules han sido copas mediante. Ese Tamudo murri, ese voleón de Sergio, ese autobús por la Castellana que fue el primer gol. Y, para los más viejos de la tribu, los recuerdos de la famosa batalla del agua o el gol de Mas en la prórroga de la edición de 1940. Somos un equipo copero, de eliminatorias, porque así lo manda nuestro ciclotímico existir. El Espanyol errático y ramplón que vimos en Llagostera solo lo confirma: por empuje y ganas, merecieron pasar los del gran Oriol Alsina, pero será nuestro equipo quien dispute la segunda ronda.
Todos tenemos sensaciones encontradas con este torneo, especialmente este curso. Estando en Segunda, crece el número de pericos que la ven como un estorbo para la competición regular, en la lucha por el ascenso. Ya no hay tantos correligionarios que piensan que la Copa es una oportunidad -la única- de pelear por un título oficial de primer nivel. El mismo que suscribe expuso estas dudas en una reciente edición de La Grada Radio. Pero ya les digo: me ha bastado un pase a treintaidosavos para clarificar mis pensamientos. Una Copa no hace daño. Nunca. Y la obligación de cualquier club ambicioso es pelear por todo. También en el año del infierno; hasta que nos alcancen las fuerzas.
No les puedo engañar. Mis sensaciones al respecto vienen reforzadas por una muy feliz noticia reciente. El Club Egara, el otro club de mi corazón, se ha alzado con el título de campeón de la Copa del Rey de hockey hierba de este pandémico año. Los clubes con alma siempre aparecen en los momentos difíciles, tienen ese plus de la esencia, de su definida manera de ser; que no marcan goles, pero siempre te acercan a la gloria. Son 18, ya. 18 campeonatos de España absolutos. ¡Ahí es nada! Lucen todos ellos en el Pla del Bon Aire y no nos pueden hacer sentir más orgullosos a los que, también en el mundo del stick, sufrimos y nos emocionamos en blanquiazul a rayas.
Ojalá, pues, que el recorrido del Espanyol en esta Copa sea lo más largo posible. Servirá, sin duda, para comprobar que en Oier no tenemos solo a un portero suplente sino a un guardameta para años. O para que Puado, Pol Lozano y tantos otros jóvenes beban de la confianza que dan los minutos y aseguren así su maduración como peloteros. Ya en enero, nos batiremos al renacido Burgos en El Plantío. Otro cruce para seguir soñando con algo grande. Por consiguiente, ¡que vivan la Copa y todas nuestras contradicciones! Que vivan hasta el bombo final, ya que estamos en fechas loteras por excelencia. ¡Feliz Navidad, grada de La Grada!