Menudo trallazo de Wu Lei. Revolucionario en los planes de Vicente y auténtica contrarreforma para el entorno. La pretendida tarde del plebiscito sobre Rufete quedó ensordecida por la victoria, por una megafonía que abusó del prefijo y por la energía de la grada de animación para imponer su repertorio. Que tampoco costó mucho, para ser sinceros. El debate, con el equipo ultravitaminado en casa, no cuajó en muchos sectores de la grada. Pero queda ahí: flotando en la eterna pugna entre soñadores, realistas y resignados, que también los hay.
Dejénme primero hablar del juego. Ya es oficial: el Espanyol acabará el curso a tope de fuerzas. El plan de Vicente (tercer partido seguido en casa sin encajar) se cumplió a rajatabla. Neutralización de las virtudes de Coudet y réplica en dos fases bien medidas: la primera, a partir de la inspiración de Darder y los zarpazos que pudiera asestar RDT, bien regresado; y la segunda, con un paso adelante en la presión en un último cuarto de hora de mucho convencimiento, hasta al punto de llegar a esa acción inédita en la génesis del gol, con hasta cinco tipos mordiendo arriba a Dituro: sin el pressing de Puado y Yangel no estaríamos hablando de la asistencia de Sergi (ocho ya, mago) al Balón de Oro chino. El Espanyol acabó mucho más entero y clarividente, por más que Brais forzara antes una ocasión letal que salvaron un notable Gil, un Pedrosa persistente y un Diego estupendo.
Marcó Wu Lei, en la demostración de que todo puede ser mucho mejor. El ‘7’ perico vio premiadas su resiliencia y entrega con un gol triunfante en la cuenta atrás del partido, como en aquella fantástica tarde europea contra la Real Sociedad o en el derbi del año del descenso. Tras De Tomás y Puado, no existe mejor opción, por más que sus errores fatales ante puerta sembraran la desconfianza hasta de sus compañeros. Wu Lei siempre genera: ya un par de minutos antes pudo marcar Puado tras el rechace del portero celtiña a disparo incisivo de Wu Lei. El suyo fue un gol de permanecia y, seguro, de estabilidad: así enmarcó el arranque de la etapa de Mao Ye.
Y aquí está el tema: podemos seguir quejándonos de Vicente Moreno pese a este buen vivir (lo que sería con solo seis malditos puntos fuera de casa). Por supuesto, podemos seguir juzgando a Rufete por hechos de hace dos años y por los fichajes cometidos cuando Chen Yansheng no le ha dado chequera salvo en caso de emergencia. Y podemos hasta creer que Rufo encarna todos las limitaciones y los males pericos. Pero ahora mismo Mao se juega un buen vivir y Chen debe contrarrestar el desafío de Durán. Mientras vean creer y correr a Darder, a RDT y a los jugadores, aquí se cuece algo.