La derrota del Espanyol ante el Oviedo del pasado viernes fue la primera desde la llegada de Luis Miguel Ramis al banquillo blanquiazul. Tras un estreno decepcionante en Huesca y dos triunfos bastante solventes en casa ante Elche y Alcorcón, en el Nuevo Carlos Tartiere se produjo un verdadero fiasco mostrando los espanyolistas una imagen lamentable, penosa, pésima, carente de ideas y falta de la intensidad mínima exigible en esta categoría. Un verdadero jarro de agua fría para un entorno que mayoritariamente había creído ver en las dos precedentes victorias en el Stage Front Stadium solucionados los males del equipo, esos que le acabaron costando el cargo a Luis García. Puestos a buscar explicaciones a la debacle del Espanyol en Oviedo, primero hay que buscar en el banquillo, en un Luis Miguel Ramis que no acertó con los cambios por los que apostó tras repetir ante Elche y Alcorcón por el mismo once, dar entrada al recuperado Javi Puado por Jofre Carreras y a Keidi Bare por Álvaro Aguado, uno de los futbolistas más en forma y con mejor visión de juego de todo el equipo. En teoría estos retoques no tendrían que haber repercutido tan negativamente ante un rival que afrontaba el partido con hasta ocho bajas, pero lo cierto es que desde los primeros compases del encuentro se vio a un Espanyol perdido, sin ideas, desajustado y mal implantado en el campo. El hecho de que el propio Ramis rectificase tras el descanso al haberse dado que su planteamiento, condicionado por la fortaleza y la gran racha del Oviedo en casa, no funcionaba, da la medida del error; un exceso de prudencia que le hizo dejar de manera sorprendente a Álvaro Aguado en el banquillo y optar por un Keidi Bare que a pesar de haber evolucionado en la faceta de creación en la etapa Luis García dista mucho de tener las virtudes del jienense. En cualquier caso no hubo intensidad ni contundencia ni sensación de peligro -solo se contabilizaron cuatro chuts a portería (dos fuera) ante 11 de los carbayones (cinco adentro)-, y tampoco apareció ese talento individual que se le presupone a unos jugadores que hace unos meses estaban jugando en Primera división.
Los jugadores del Espanyol, responsables
Precisamente aquí, en los jugadores del Espanyol, radica la otra gran parte de culpa del desastre visto sobre el verde en Oviedo: tal como apuntaba tras acabar el encuentro Fernando Pacheco, en un ejercicio de autocrítica que ha sido muy aplaudido por la afición blanquiazul, al final los futbolistas son los encargados de trasladar en el terreno de juego los planes de su técnico, habiendo de aportar además el máximo a nivel de intensidad y de lucha, algo de lo que adolecieron los pericos salvo contadísimas excepciones en este encuentro en el Tartiere. Por no hablar de la cansina reiteración en los errores defensivos que acaban costando caro en el marcador, y que una vez más truncaron el plan de partido. Si por un lado hay que confiar en que Ramis haya tomado buena nota de lo incómodos que se encuentran sus hombres cuando se les impone un planteamiento conservador, sería deseable que los futbolistas se acostumbrasen a esforzarse en estos contextos a poner una marcha más y evitar verse superados de manera sistemática por los rivales.
El próximo mercado de invierno, clave para reforzarse
Lo único que da cierta esperanza cara al futuro es que aún queda algo más de media temporada para la finalización de curso y que mientras los rivales directos también fallen hay aún tiempo -cada vez menos, también es cierto- para acabar de revertir una situación que está poniendo cuesta arriba lograr el objetivo, obligado, del ascenso directo, y no haber de fiar el retorno a Primera a una siempre incierta promoción. Antes, en enero, parece cada vez más claro que el director deportivo del Espanyol Fran Garagarza habrá de afinar el tiro para traer refuerzos que compensen el hasta ahora y salvo contadas excepciones –Aguado y en menor medida, Pere Milla– pobre papel de los fichajes que hizo en verano; a priori, se antoja imprescindible traer un central de garantías, un extremo y posiblemente un delantero fijador al estilo de los que mejor se adaptan al juego de un Ramis para el que lo que resta de esta semana de tres partidos que ha empezado de la peor manera posible es todo un reto que ha de servir para tener una idea más exacta de si el efecto que parecía haberse logrado con su llegada revitaliza o queda en agua de borrajas.
