Ha sido uno de los mejores delanteros de los últimos años que ha vestido la blanquiazul. Tras pasar por Roma, Southampton, Juventus, Inter, Boca Juniors, Oporto y de nuevo el conjunto xeneize, Dani Osvaldo vuelve a estar en Barcelona, pero por un motivo que nada tiene que ver con el fútbol. Y es que abandonó la práctica del deporte rey hace dos años, con apenas 30, para dedicarse a su otra gran pasión: la música.
Osvaldo ha concedido varios conciertos este agosto en la Ciudad Condal con parte de su banda, Barrio Viejo: dos en ‘El Café Rock&Roll’, pequeño bar rockero situado en el barrio de Gràcia, y dos más en el ‘Mr. Robinson’, ubicado en la Barceloneta. Ahora regresa a su Argentina natal, pero ha prometido volver a Barcelona, su amada Barcelona, en septiembre. A su regreso ofrecerá más conciertos, pero siempre en lugares íntimos. Tanto él como los miembros del grupo admiten que les gusta la atmósfera que se crea entre ellos y el público presente, a cada concierto más numeroso.
Durante sus actuaciones, el que fuera delantero del Espanyol ofrece a los presentes canciones de su primer disco, una música que bebe del rock y del blues. Su voz áspera se ve acompañada por unos acordes de guitarra que ayudan a suavizarla. La cara visible de la banda nos explicó que a partir de octubre comenzará a trabajar en su segundo disco. Sin duda, ama lo que hace y es feliz. Sin el balón en los pies, con un micro en la mano. Y una copa a sus pies, para refrescar la garganta entre acorde y acorde.
La música, su pasión
Ya cuando llegó al Espanyol en 2010 procedente del Bolonia, Osvaldo demostró no poder vivir sin música. Hizo muy buenas migas con otro ‘enfermo’ del rock como Cristian Álvarez: ambos, enamorados de los Rolling Stones, comenzaron a acudir a locales en los que se ofrecía música en directo en Barcelona. Fue por aquel entonces cuando Osvaldo conoció a ‘Las Balas Perdidas’, grupo que lo ha acompañado en su gira por Barcelona. A ellos son a los que fue a ver cuando colgó las botas y decidió montar un grupo de música.
Osvaldo canta y compone sus letras. Lo hace con pasión, la misma que mostraba sobre los terrenos de juego. Ahora, mucho más calmado, viviendo el día a día a un ritmo mucho menos frenético que cuando era jugador e infinitamente más feliz. Saborea cada momento y no rehuye a sus fans: tras el concierto, se toma algo con ellos y mantiene una animada charla. El cambio de vida, sin duda, le ha sentado fenomenal.