El reto de derrotar al Barça en el segundo derbi de la temporada es mayúsculo y tiene muchas connotaciones. Vencer al rival ciudadano es un premio y motivo de alegría, pero mucho más todavía si tenemos en cuenta que no se logra desde hace 15 años y que el Espanyol es un recién ascendido. Se ha encontrado el cuadro blanquiazul hasta en cuatro ocasiones en esta tesitura, pero nunca ha conseguido ganar en el derbi como local en Sarrià: derrotas en las campañas 1970-71 y 1990-91 por idéntico resultado (0-1) y empates en los cursos 1963-64 (2-2) y 1994-95 (0-0). En este último fue en el que el equipo dirigido por aquel entonces por José Antonio Camacho estuvo más cerca de ganar. No lo hizo, con lo que los de Vicente Moreno tienen la opción de ser el primer Espanyol de la historia en ganar un derbi en la temporada de su regreso a la élite; tampoco se logró asaltar el feudo azulgrana en las campañas citadas.
Escándalo arbitral
Eso es lo que ocurrió en el último derbi con el Espanyol como local tras ascender. Corría la tercera jornada liguera y los blanquiazules iban como un tiro tras vencer con contundencia a Real Oviedo (4-2) y Real Valladolid (0-4), con lo que llegaban al derbi con la moral por las nubes. Era uno de esos equipos que se recitaban de memoria, un conjunto que esa campaña no entró en competiciones europeas por el goal-average.
Toni; Mendiondo, Pochettino, Herrera; Roberto, Pacheta, Brnovic, Francisco, Arteaga; Lardín y Raducioiu. Ese fue el once que puso en liza Camacho para medirse al Barça de Johan Cruyff, que salió con Busquets; Sánchez Jara, Nadal, Koeman, Ferrer; Iván Iglesias, Guardiola, Amor, Hagi, Bakero; y Beguiristain. Y los blanquiazules le ganaron claramente la partida al Barça, en un duelo en el que el verdadero protagonista fue alguien que esperemos no lo sea en el derbi de esta jornada: el colegiado. Gracia Redondo permitió el juego duro de los azulgrana, pasó por alto varias acciones peligrosas del conjunto visitante y, lo más grave, anuló de manera dudosa dos goles al cuadro blanquiazul. El primero, un testarazo de Pacheta tras un saque de esquina botado por Lardín que invalidó por una falta del burgalés sobre Koeman en el salto; en la segunda mitad, el trencilla haría que no subiese al marcador una diana de Raducioiu por, supuestamente, haberse llevado el balón con el brazo. Dichas decisiones hicieron que el marcador gafas no se moviera en los 90 minutos.
Tras el duelo, José Antonio Camacho tiró de ironía. “El colegiado merece un diez en visión”, dijo visiblemente indignado. “En general pude contar tres o cuatro faltas clarísimas al borde del área del Barcelona que pasó por alto. Hemos dominado, pero el árbitro ha ayudado al grande”. José Manuel Lara, por aquel entonces vicepresidente del club, fue mucho más directo en su mensaje. “Me he cabreado mucho; fue un gol como una catedral (…) El colegiado ya ha salido vestido con el uniforme del Barcelona, y así nos ha ido. Si hubiéramos marcado 16 goles, nos los habría anulado todos”. Incluso el alcalde de Barcelona de la época, un Pascual Maragall reconocido culé, indicó que “francamente, el árbitro ha perjudicado con claridad al Espanyol”. Después de su actuación, Gracia Redondo tuvo que salir escoltado de Sarrià por la Policía Nacional ante el descontento de varios aficionados que lo esperaron a la salida del estadio para increparlo y abandonó los aledaños de la casa blanquiazul en furgón blindado.
Polémica en la 1990-91
El último derbi en terreno perico tras el ascenso del Espanyol no es el único de estas características con polémica. En la primera jornada del curso 1990-91, victoria azulgrana por la mínima (0-1) con gol de Hristo Stoichkov en un duelo en el que la polémica también estuvo servida: el árbitro no vio penalti en una zancadilla de Serna a Gay. “Ha sido muy claro, lo ha visto todo el mundo menos el árbitro”, declararía el perico.
El Espanyol esta vez no ha tenido ‘suerte’ con la designación arbitral, pero tiene la ocasión de ser el primer equipo blanquiazul en ganar un derbi el año de su regreso a Primera división. Que el colegiado, no como en las dos ocasiones anteriores, permita que al menos gane el mejor.