Por si la vuelta al cole no fuera demasiado dura ya para cualquier niño, a finales de septiembre del 97 decidieron retransmitir en directo los últimos minutos de Sarrià con vida. Su demolición se televisó ese sábado por TV3. Y para hacerlo aún más dramático, la tribuna resistió a los explosivos, convirtiéndose en el símbolo de la última resistencia de la que fuera nuestra casa. Manuel Meler, expresidente, lo definió mejor que nadie: “Es como acompañar a un familiar hasta su último destino. Ha sido como un funeral, pero quería estar junto a Sarrià hasta el final”. 11 años, los que tenía yo entonces, no habían dado mucho de sí para amontonar demasiados recuerdos en general y de nuestro estadio en particular. Ni siquiera para entender bien la trascendencia histórica del momento. Así que con Sarrià los pericos de mi generación y de generaciones posteriores tenemos la nostalgia de lo no vivido, que es la peor nostalgia de todas porque solo tiene la cara mala. Y así es como forma parte de nuestro imaginario colectivo el carrusel de imágenes de Can Ràbia: los partidos del Mundial 82, el doblete de penalti de Raducioiu al Barça en el último derbi o la explosión del 3 a 0 al Brujas en el 88. Lo que daríamos por vivir una noche como la del Brujas.
Paco Flores al rescate
La montaña rusa de emociones de la temporada 96-97 también se dio en lo deportivo. Camino de Sevilla, no funcionó el ‘camachismo’ sin Camacho. Ni funcionó él en Sevilla. Carcelén, su mano derecha, terminó destituido. Como Vicente Miera después. Se necesitó de un tercer entrenador, Paco Flores, para enderezar el rumbo y salvar la categoría sin sobresaltos al final. Y es raro, porque normalmente los equipos que ven pasar a tres inquilinos por el banquillo terminan en el hoyo. Apenas había cambiado el once titular. Los mismos, básicamente, pero con el francés Ouédec en lugar de Urzáiz, traspasado al Athletic.
Pero ese año el fútbol cobró otra dimensión. Llegó a mis manos el PC Fútbol 5.0 que sería, como para muchos chicos de la época, además de una limitación seria para nuestra vida social, nuestro mejor ojeador. Si antes valorábamos a los jugadores por su nacionalidad, aspecto o por cualquier otra frivolidad, ahora teníamos en el ordenador de casa una base de datos tremenda donde cada jugador tenía una media que resumía todo su potencial. Ahora nos ilusionábamos por un fichaje en la medida que tuviera más o menos media en el juego. El fútbol es una gran excusa para almacenar datos absurdos. Pues bien, recuerdo todas y cada una de las medias de los jugadores del Espanyol ese año y sigue pareciéndome que el 82 que le pusieron a Lardín no le hacía justicia.
Debut de Tamudo
Nuestro erasmus por Europa fue visto y no visto. Lo justo para aprendernos que la capital de Chipre era Nicosia y que Erasmo, como el Feyenoord, era de Rotterdam, donde caímos en una gris segunda ronda. En Copa la caída fue ante Las Palmas, entonces en Segunda, en cuartos de final. La liga empezó torcida y siguió torcida hasta que vivimos la epifanía de Alicante. Sucedió en Semana Santa que, convendrán ustedes conmigo, es un momento que ni pintado. Y si les digo que fue un día 23, ¿cómo se quedan? Pues eso. Partido a cara de perro entre Hércules y Espanyol, ya con Flores en el banquillo. Balón largo y carrera fulgurante de un debutante con el dorsal 29 terminada en una suerte de vaselina para sellar los tres puntos, dar un paso de gigante hacia la permanencia y escribir los primeros renglones del mito Tamudo. Adiós a Sarrià, pero en Primera. Como Dios manda.
Sigo viendo ese gol como si hubiera hecho el pase yo mismo a Tamudo… ainsss
PC Fútbol 5.0 ❤️ Quants dissabtes i diumenges ens haurem despertat, el meu germà i jo, ben silenciosos i aviat, per jugar una bona estona sense que els nostres pares ho sabessin!
Respecte a Sarrià, em passa el mateix. Tan sols tenia 10 anys, però recordo perfectament l’emissió i al meu pare veient-la.