Con cara de gilipollas y la indignación y la mala leche por las nubes. Así estaba ya antes del descanso. Y por lo visto no debí ser la única, pues ayer asistimos a algo que pocas veces había sucedido, ver cómo la gente empezaba a desfilar para casa con toda la segunda mitad por delante y como se llegaba al final del derbi con una grada totalmente despoblada. La afición castigó así el pobre espectáculo que ofrecieron los suyos. Quedaron cuatro gatos, o cuatro valientes que pese a todo quisieron aplaudir al equipo y mostrarle su apoyo.
Dicho esto, poco más hay que añadir sobre un derbi que prometía mucho pero que tuvo muy poca historia debido a que el Espanyol se equivocó una vez tras otra. A que el equipo perico no fue el Espanyol. Parece mentira que después de tantos años no aprendamos la lección. No puede ser que a estas alturas sigamos sin entender que esta gente necesita muy poco para liarla y que por lo tanto hay que ser contundente y lo más importante, ¡NO COMPLICARSE! Como les decía, gracias al arranque que firmaron los nuestros, había ganas de derbi, pese a que eso no se vio reflejado en la entrada que hubo en el templo perico (24.037 espectadores, tristemente la mejor entrada hasta ahora pese a ser un derbi), pero por desgracia la ilusión nos duró muy poco, poquísimo.
Lo de la identidad y la voluntad de sacar el balón jugado desde atrás está muy bien, pero hay veces que hay que ser sensato y cambiar de chip. Ante el Barça no podemos pretender sacar el balón desde atrás con la misma parsimonia que cuando se juega ante el Rayo por ejemplo –no tengo nada en contra suyo, que conste-. Y eso el Espanyol no lo entendió. Y perdón por ser tan escatológica, pero la cagó. En defensa en este tipo de partidos hay que pegarle el patadón al esférico y salir amigo Darder, no dejársela en bandeja para que actúen a placer. Y como eso, todos los pases temerarios en horizontal que en casi la totalidad de las ocasiones fueron interceptados. Me preocupó lo que vi, sinceramente. Y más teniendo en cuenta que, más allá de los destellos de los de arriba, pues no es nada nuevo que ellos están en otro peldaño, el Espanyol perdonó mucho y no supo aprovechar los regalos de un rival que con poco le bastó. Tuvimos dos claras contras, pero para qué aprovecharlas…
El balón no duraba, Rubi decía que no con la cabeza en el área técnica, y las dudas y los reproches hicieron acto de presencia sobre el verde del RCDE Stadium. Estábamos 0-2. No era nuestro día. La cosa pintaba mal, y como bien dice esta frase hecha, lo que mal empieza, mal acaba. Y así fue. 0-4, y gracias, porque podría haber sido mucho peor, y derbi para olvidar. Con la imagen del tercer gol, el de Luis Suárez se puede resumir todo, pues a David López solo le faltó ponerle la alfombra roja hacia la portería.
Faltó intensidad, personalidad y salir de la cueva para llegar a inquietar. Por no hacer, casi ni faltas se hicieron, sinceramente, y no quiero hacer apología de la violencia, poco pareció un derbi por lo poco que se ‘rascó’ sobre el verde. Y sin intensidad y sangre, al Barça no se le gana. Pocos se salvaron de la quema, y de los poco que lo hacían, como Hernán, inexplicablemente fue sustituidos. El que ayer sí que me representó, aunque cuando vi que era titular me generó algunas dudas que con el paso de los minutos me comí, fue Víctor Sánchez. Partidazo el suyo y pundonor. Él sí cumplió y jugó como hay que hacerlo en un derbi. Él sí demostró que sabe de lo que iba esto.
Sé que estas líneas son extremadamente negativas, pero lo siento, fue un partido indigno y queda claro que Rubi, con esta cuarta derrota seguida, tiene la difícil y primordial tarea de recuperar a este equipo que tanto nos maravilló en las primeras jornadas y que por un motivo u otro se ha perdido por el camino. Esto no puede volver a suceder si, realmente, queremos estar ahí arriba.
El sentimiento de vergüenza e impotencia que siento es insano, por lo que marchando una píldora azul que me permita olvidar lo sucedido, pues hoy -por ayer- volver al mundo real duele.