Cuando a un jugador de fútbol se le pide que mire hacia atrás y recuerde algunos de los instantes más felices de su carrera, sin lugar a dudas estará ahí el momento de su debut. Yo tuve la suerte de que el mío ocurriera en partido de Europa League, allá por 2006, en el mítico estadio Letná, hogar del Sparta de Praga.
En aquellos años recuerdo tener la sensación de que ver al Espanyol en competición europea no parecía tan difícil. Veníamos de dos participaciones recientes en la temporada 2000-2001 y en la 2005-2006 y competir un año más contra los mejores equipos europeos parecía algo a lo que estábamos acostumbrados. Ahora, siendo realista y echando la vista hacia atrás 12 años, uno se siente un auténtico privilegiado de haber tenido la suerte de poder jugar la Europa League, siendo además el jugador más joven en hacerlo en esta competición (récord roto hace unos pocos días por Nico Melamed).
Esto también hace que se le dé un valor añadido a lo que se consiguió la pasada temporada: estos 12 años sin entrar en Europa nos han hecho más conscientes de lo duro que puede ser el camino. Por lo tanto, esta debe ser una temporada para disfrutarla al máximo.
Para un jugador de la cantera que debuta con 19 años en el primer equipo, todo lo que le va pasando son experiencias a sumar en la búsqueda de ese arquetipo del futbolista profesional que desea ser. Y el poder vivir desde dentro lo que requiere una competición europea (preparación de la semana, desplazamientos, competir contra grandes equipos en estadios de renombre…) fueron momentos inolvidables.
Ahora que debemos encarar el último partido para clasificarnos a la fase de grupos esta temporada después de haber ganado por 3-1 al Zorya, no puedo dejar de acordarme del partido jugado en Bremen en 2007, la vuelta de las semifinales después de haber ganado en Barcelona por tres a cero. Aquellos partidos en los que tu mente está pensando en perder algo que prácticamente ya está ganado suelen ser más difíciles de competir que aquellos en los que luchas por algo en lo que tienes poco que perder. Recuerdo aquellos primeros minutos de partido en el Weserstadion donde el equipo lo pasó muy mal y en el que en el minuto 4 ya perdíamos por 1-0. Tengo grabada la cara de los compañeros más veteranos en el banquillo en las que se les podía leer la mente: ‘Lo vamos a pasar mal’. Más tarde ocurrió algo inusual, la expulsión de Klose, su delantero referencia, y todo cambió. El equipo se asentó en el campo, se adueñó del balón, remontó el partido y acalló a los incansables seguidores alemanes, Y encima, en el minuto 76 pude entrar en el campo sustituyendo a Raúl Tamudo. Jugar una semifinal europea, increíble.
Obviando que el contexto y la situación del partido no son iguales, sí podemos entenderlo como encuentro vital, ya que defender el resultado era fundamental para lograr el objetivo buscado. Es por ello que el partido de vuelta vendrá a ser el duelo más importante en lo que va de temporada, pero en el cual no tengo duda de que Gallego lo seguirá planteando igual de bien que los partidos anteriores, a pesar del 3-1 favorable. Y volveremos a disfrutar de una temporada más en Europa.