Siempre habrá un antes y un después en la cantera del Espanyol, y éste, sin duda, lo marca el verano de 1998. Durante ese julio y principios de agosto, un grupo de jugadores de la casa se dieron a conocer en Europa; no solo llamaron a la puerta del primer equipo, sino que bastantes la derribaron.
El 5 de julio de 1998, cuando el Mundial de Francia encaraba su recta final, el Espanyol se iba a convertir en el primer equipo de la Liga española en debutar en la Copa Intertoto. Ante el Boby Brno de la República Checa empezaba el reto para los jóvenes del filial que debían demostrarle a Marcelo Bielsa que podían tener un sitio en la primera plantilla. Triunfar les abriría las puertas del fútbol profesional, mientras que fracasar podría ser una invitación para dejar la entidad.
Argensó, Balbuena, David Sánchez, Pedro Nieto, Macanás, Capdevila, Bueno, De Lucas, Morales, Tamudo, Torrecila, Xavi Morón y Diego Ribera fueron los 13 canteranos que se desplazaron a Brno. En pocos días habían pasado de viajar por España (Huelva, A Coruña y Barakalado para disputar el play-off de ascenso a Segunda A) a volar a Viena para jugar una competición europea. “Estar tantos canteranos en la convocatoria lo hacía muy especial, para casi todos era la primera experiencia con el primer equipo. Aún no habíamos acabado la temporada con el filial cuando nos llegaba esta oportunidad. El partido en Brno fue muy extraño, nos remontaron un 1-3 al final”, recuerda David Sánchez, que quiso agradecer la oportunidad que les dio Paco Flores.
Para De Lucas esa Intertoto fue algo “inolvidable”. “Representar al Espanyol en una competición europea fue algo mágico. Éramos un grupo de amigos que jugábamos al fútbol en el mismo equipo, y eso lo hacía todo muy especial”, añade el centrocampista. Era el viaje soñado. Empezaron a vivir una ilusión. Querían disfrutarla al máximo, que durara el mayor tiempo posible, aunque varios de sus miembros no olvidan que las primeras impresiones, sobre todo por el hotel, no fueron muy buenas. “Nos sorprendió la repercusión que hubo cuando pasamos los dos eliminatorias”, dice Jordi Torrecilla. Para añadir que recuerda esa etapa con “mucha alegría. Formamos un grupo de amigos que perdura tras 20 años y esto es increíble”.
Mal debut
El estreno no fue el esperado. En los primeros compases Siegl adelantó a los checos en el marcador. Con el paso de los minutos el equipo de Paco Flores fue a más y Florin Raducioiu, uno de los del primer equipo que jugó la competición, estableció la igualada. Tras el descanso, llegaron los mejores minutos pericos y Pedro Nieto le daba la vuelta al marcador, al cabecear al fondo de las redes una falta lanzada por Álex Fernández. “Flores confiaba en mi en estas acciones, ya que iba bastante bien de cabeza. Soldevilla, David Charcos y yo trabajábamos bastante estas jugadas de estrategia en el campo de ‘La Caixa’; entre los tres cada año marcábamos un buen número de goles así”, manifiesta el central. Pedro añade que “no sabíamos lo que nos íbamos a encontrar, ni esperábamos que después a la mayoría nos irían las cosas tan bien. Hay mil anécdotas y la mayoría teníamos la incertidumbre de dónde jugaríamos al siguiente año. Fue un verano espectacular, el cierre de un año increíble al que solo le faltó el ascenso a Segunda A. La guinda del pastel fue jugar una competición europea con el Espanyol con ese grupo de futbolistas y amigos”.
Con el 1-2, los espanyolistas no se conformaron y Javi García, el más veterano de ese grupo con 28 años, ampliaba la renta. La eliminatoria parecía sentenciada, pero empezaron a fallar las fuerzas. En el 64’, Siegl anotó el segundo tanto local y un minuto después Capdevila era expulsado. Se acusó la falta de experiencia y los checos dieron la vuelta al marcador y ganaron por 5-3. En el tiempo añadido, Raúl Tamudo marcó un tanto que dejaba el pase muy abierto, pero el colegiado, incomprensiblemente, lo anuló.
Conjura en la habitación
Pese a la derrota, la expedición confiaba en la remontada y se mostraba segura de seguir adelante. “Una de las anécdotas que siempre cuento es que tras el debut, después de cenar, nos reunimos casi todos los jugadores en una habitación, algo no muy normal. Comentamos la derrota y nos concienciamos para darle la vuelta a la eliminatoria. Hicimos todo tipo de terapia”, recuerda Joaquín Macanás. Quien añade que “lo primero que me viene a la mente es la ilusión y motivación que había; de repente nos vimos en el primer equipo y jugando en Europa, una situación soñada para cualquier jugador de un filial”.
Y solo una semana después, el 11 de julio, en la Nova Creu Alta se volvió a vivir una jornada histórica como la de aquel 8 de mayo de 1996, cuando el Espanyol, por aquel entonces entrenado por José Antonio Camacho, venció por 5-0 al Oviedo y se clasificó para Europa. En el encuentro de vuelta ante el Boby Brno, los goles de Álex Fernández y Raúl Tamudo, éste en la recta final (84’), le dieron la vuelta a la eliminatoria y permitieron que el sueño siguiera muy vivo.
La química de Sabadell
“Recuerdo mucho como celebramos el pase desde el centro del campo, con un baile que teníamos en el vestuario. Se vivió una gran comunión entre la afición y los jugadores”, explica Argenso. El portero, que jugó todo los minutos, lo vivió con “mucha alegría. Fue una de las primeras veces que me sentí profesional. Me llamó la atención como jugábamos. No creíamos que podíamos llegar tan lejos, y si no es por el Valencia íbamos lanzados a ganar la competición. Si no decimos que éramos del filial, muchos hubieran pensado que éramos jugadores de Primera”.
Empezaron la competición sin conocer su futuro y muchos lo fueron despejando durante la competición. Uno de ellos, Ángel Morales, no pudo disputar la eliminatoria ante el Valencia, al irse cedido al Alavés. Aún no ha visto los goles de Mestalla. “Todos los recuerdos son positivos, aunque cuando nos dijeron que teníamos que disputarla fue un poco ‘marrón’. Yo tenía las vacaciones de fin de carrera planificadas con unos amigos y las tuve que anular”, explica. Pero más allá de este detalle rememora que “un grupo entrenábamos hasta el jueves en El Montanyà y después bajábamos para disputar con el filial un ‘play-off’ de ascenso en el que pronto nos quedamos sin opciones. A Brno fuimos un poco asustados sin saber que nos encontraríamos, pero tras remontar en la Nova Creu Alta empezamos a creer más en nuestras posibilidades. El recuerdo es inmejorable, fue un aparador para todos los canteranos y sirvió para que se confiara en la cantera”.