Pitos desde el primer minuto. Gritos pidiendo la marcha del entrenador. Pañuelos en la grada mostrando la disconformidad por lo visto sobre el césped a lo largo de toda la campaña, tan solo maquillado por algún partido puntual. La crisis social y deportiva en el Espanyol es un hecho, y así lo corrobora la quinta peor entrada de la historia del RCDE Stadium -12.113 espectadores- y los cinco partidos que lleva el Espanyol sin ganar y sin marcar, realizando un juego muy pobre que han llevado al equipo a solo vencer en dos de los últimos 15 partidos.
Un miércoles a las 19.30 horas no es el mejor día para asistir a un partido de fútbol. La afición, que ha respondido enormemente en otras ocasiones sea el día que sea ante la llamada del club, está desencantada, desilusionada ante un equipo sin alma, que no transmite nada. Y esto llevó a ver no solo en la zona de la Grada Canito, con problemas de complicada solución con la entidad, sino en todo el estadio, mucho más azul de butacas que de camisetas y bufandas. Fue el quinto peor registro de la era Cornellà-El Prat en cuanto a asistencia se refiere, pero el segundo en competición liguera. Y eso sí que es para hacérselo mirar en un club que pretendía llegar a los 45.000 socios en un no tan lejano 2020. La peor entrada histórica en liga también se ha dado esta campaña, en la jornada 13 contra el Getafe. En aquella ocasión, en la que el duelo también se disputó entre semana, tan solo hicieron acto de presencia 11.659 aficionados.
Pero el aspecto desangelado del coliseo perico quizás no fue lo peor de la tarde-noche. Aún más duro fue ver como el equipo era, a lo largo de muchos minutos, sometido por un Eibar con un descartado por el Espanyol como Joan Jordán en el once titular. Y como el equipo blanquiazul no reaccionaba, al contrario: encadenaba un nuevo encuentro realizando un juego que deja mucho que desear y otro más sin ver puerta. Ya son 468 minutos sin cantar un gol, cerca de los 508 que el Espanyol estuvo sin ver puerta en la campaña 2007-08 con Ernesto Valverde en el banquillo.
De mal en peor
Y eso que la afición perica demostró que con poco se anima y apoya a los suyos. Los presentes en el estadio empujaron al equipo en sus mejores momentos durante la segunda mitad, cuando los de Quique dieron señales de mejora y de poder meterse en el partido. Pero ni así, ni con el apoyo de los presentes el equipo encontró su mejor versión y acabó como empezó: silbado, escuchando como se pedía la marcha del entrenador y sumando un nuevo encuentro a cero. Tras el partido, todos los jugadores se juntaron en el centro del campo, con cara de pocos amigos, sin saber muy bien qué hacer.
En una temporada polémica por temas extradeportivos (guerra de banderas, los problemas con la Grada Canito o la marcha de Pau al Betis) esto era lo que faltaba: que el equipo se dejara ir en las últimas jornadas y que el entrenador echara más leña al fuego con sus declaraciones, apuntando a los jugadores de la mala situación, y saltara como un resorte a la primera de cambio en rueda de prensa y amenazara con abandonarla antes de tiempo. Las últimas semanas ligueras van a ser calentitas; el Espanyol tiene muchos fuegos que apagar. La situación empieza a ser extrema e inaguantable en todos los ámbitos. Y hay que recordar que el equipo no está matemáticamente salvado.