Hay paradojas que solo el fútbol puede escribir. Este sábado, Diego Martínez, ex entrenador del Espanyol y actual técnico de una UD Las Palmas ya descendida, se presentará en el RCDE Stadium con una misión que pocos habrían imaginado: decidir el futuro de un club al que en su día no logró salvar y donde su nombre aún genera escalofríos. Porque, por muy surrealista que suene, el Espanyol puede sellar su permanencia en Primera… o verla peligrar por culpa del mismo entrenador que muchos consideran uno de los principales culpables del último descenso. Hay un dato que mejor que los supersticiosos se salten: ha ganado todos los encuentros que ha dirigido en LaLiga ante el Espanyol, tres, el único rival ante el que tiene un registro del 100% de victorias en la máxima categoría.

Desde que se anunció su fichaje el 31 de mayo de 2022 tras pasar un año “sembrático” en Inglaterra, el discurso de Diego fue el de construir, ilusionar, devolver al club una identidad perdida. Pero la realidad fue otra. En menos de un año, fue cesado. El 3 de abril de 2023, el Espanyol le puso punto y final a su etapa tras una racha nefasta que dejó al equipo en zona roja. El comunicado del club fue claro: “Los resultados deportivos han llevado a nuestra entidad a tomar esta decisión con el único y claro objetivo de lograr la continuidad en la máxima categoría”. No hizo falta decir más. La afición ya había sentenciado su etapa.

Por eso, cuando Diego recaló este curso en Las Palmas para sustituir a otro viejo conocido del espanyolismo, Luis Carrión, no fueron pocos los que marcaron en rojo esta última jornada. Había ganas de revancha, de cerrar cuentas pendientes, de vivir ese morbo futbolero de dejar a Diego tocado en su regreso a Cornellà. Pero el guión, una vez más, se torció. La UDLP cayó matemáticamente tras la victoria del Alavés frente al Valencia, con un penalti de esos que solo se pitan en finales de temporada. Y la venganza se evaporó antes de tiempo.

Sin embargo, el partido no ha perdido transcendencia sino todo lo contrario, se ha convertido en un duelo a vida o muerte para los pericos. Y Diego Martínez pese a no jugarse nada, vendrá con ganas, Tras perder contra el Leganés, dejó clara su postura: “Saldremos a ganar por el escudo, por respeto a la competición y a los rivales”. Lo dice un técnico que, desde que dejó el Granada, no ha conseguido levantar cabeza. En el Espanyol acabó señalado. En el Olympiakos duró un suspiro. Y en la UD Las Palmas, pese al espejismo de haber ganado al Barça en Montjuïc y remontar inicialmente el vuelo, ha vuelto a firmar un descenso. Son ya dos proyectos seguidos en España que terminan mal. Muy mal.
Los números no engañan. Desde enero, Las Palmas se vino abajo: eliminado en Copa por un Segunda con goleada incluida, y doce jornadas de Liga sin conocer la victoria. A todo eso hay que sumar cuatro derrotas consecutivas en la recta final. El efecto Diego duró poco. Algo que en Espanyol saben bien.

Lo paradójico de todo esto es que, como decimos, el Espanyol llega al partido aferrado a un hilo. Necesita ganar o que el Leganés no mejore ante el Valladolid lo que hagan los de Manolo González. Si eso pasa, seguirá en Primera. Si no, tocará otro año de pesadilla. Y por esos caprichos del calendario, el que podría darle la estocada definitiva… es Diego Martínez. El mismo que se fue por la puerta de atrás. El mismo al que muchos pericos no quieren ni ver en pintura.
El técnico gallego, que aterrizó en el RCDE Stadium como la gran esperanza, acabó dejando una plantilla rota, una afición decepcionada y un club en caída libre. Ahora, convertido en juez de su propio pasado, tendrá en sus manos —otra vez— el destino del Espanyol.

El fútbol no olvida. Y esta última jornada, aunque ya sin cuentas pendientes para Diego, será una prueba de fuego para su dignidad profesional y ganar al Espanyol sería su pequeña redención en una carrera que, desde su salida de Granada, no ha parado de perder brillo.
Mientras tanto, en Cornellà, la afición perica solo quiere una cosa: ganar. Porque esta vez, no se trata de venganzas personales. Se trata de seguir en pie. De sobrevivir. Y de cerrar, de una vez por todas, un capítulo que muchos llevan demasiado tiempo queriendo olvidar.
