Alan Pace y JJ Watt no vinieron a Barcelona solo para dejarse ver en el palco. Lo explica Alberto Martínez en La Vanguardia: el nuevo propietario del Espanyol y su socio estrella aprovecharon el fin de semana para cerrar una agenda apretada que mezcló reuniones, gestos hacia la afición y la espera del ansiado OK del Consejo Superior de Deportes, que según las previsiones podría llegar en un par de semanas. Hasta entonces, el club sigue en un limbo formal, pero en la práctica Pace ya empieza a marcar el rumbo.
El palco, el césped y la letra pequeña
El domingo, después de la épica remontada ante el Atlético (2-1), Pace bajó al césped acompañado por Mao Ye y Fran Garagarza. Una imagen nada casual: director general, director deportivo y nuevo dueño juntos, con el mercado de fichajes como telón de fondo. El equipo necesita refuerzos, al menos tres o cuatro piezas, y la nueva propiedad quiere implicarse de lleno en las operaciones. “Pudo comprobar en 90 minutos lo que es el Espanyol. Captó su esencia con una grada que participó”, comentaban desde la entidad, convencidos de que el aterrizaje del estadounidense ya ha cambiado el ambiente del club.
Pace, que residió en Barcelona en los años noventa, volvió con la familia y se reencontró con viejos amigos. También viajó acompañado de Antonio Dávila, mano derecha y profesor del IESE, y de Bradley Spiby, hombre de confianza en la estrategia. No fue un viaje improvisado: hubo parada en la CE Dani Jarque y reuniones de trabajo entre domingo y lunes, todas con el objetivo de acelerar los trámites y preparar decisiones inmediatas.
JJ Watt, del palco a la Riera
Mientras Pace atendía la parte institucional, el carismático JJ Watt hizo suya la parte emocional. El exjugador de la NFL fue protagonista en la previa, dejándose ver en los bares de la Riera de Cornellà con una cerveza en la mano y la bufanda del Espanyol al cuello. Se paseó como un aficionado más, saludó, se fotografió y hasta compartió vídeos en sus redes sociales, donde acumula más de cinco millones de seguidores. Su presencia se viralizó en cuestión de minutos, y la imagen de Watt celebrando el gol de Pere Milla dio la vuelta a Estados Unidos. “Tiene cinco millones de seguidores en X -el Espanyol cuenta con 530.000-, por lo que aspiramos a una audiencia mucho mayor”, señalaban desde el club, encantados con el impacto.
Dentro del estadio, Watt recibió la camiseta blanquiazul con su dorsal 99 y bajó al césped. Su entusiasmo, desbordado tras el pitido final, es otro de los activos que la nueva propiedad quiere explotar: dar visibilidad al Espanyol en mercados donde nunca antes había tenido eco.
A la espera del CSD, con los fichajes en el horizonte
El CSD todavía debe dar luz verde al traspaso de poderes, un trámite que podría alargarse un par de semanas, pero Pace ya trabaja como si la firma fuera inminente. La prioridad es reforzar la plantilla antes del cierre del mercado. Manolo González fue claro tras el partido: “Nosotros sabemos que deben llegar tres o cuatro jugadores más; cómo saquemos pecho en dos días nos sale chepa”. Garagarza acelera las gestiones y Pace quiere supervisar de cerca esas decisiones.
El Espanyol, mientras tanto, sonríe. La remontada ante el Atlético ha servido de carta de presentación para los nuevos dueños: un club con orgullo, capaz de levantarse contra rivales grandes y con una afición entregada. Optimismo en las gradas, movimientos en los despachos y un futuro inmediato que invita a pensar en grande. El desembarco de Pace y Watt no ha hecho más que empezar, pero la sensación es clara: el Espanyol ha recuperado ilusión y foco.

