Manolo González afronta su segundo año en Primera con un peso enorme sobre los hombros. No es un cualquiera: es el entrenador que devolvió al Espanyol a la élite en el momento más delicado de la historia reciente del club y que posteriormente logró una permanencia que durante algunas fases del curso parecía un imposible, y lo hizo sin alardes ni focos innecesarios. Pero este verano, su silencio ha sido tan llamativo como su trabajo: apenas dos comparecencias públicas en toda la pretemporada -la enlatada del anuncio de su renovación y la rueda de prensa tras la final de la Copa Catalunya- y ni rastro de esos canutazos improvisados o valoraciones postpartido a las que nos tenía más acostumbrados.
Ese hermetismo no significa que no tenga las ideas claras. El 23 de julio, tras perder por penaltis contra el Girona, ya lanzó el mensaje que sigue flotando en el ambiente: “Todos sabemos que la plantilla se ha de reforzar para dar un salto de calidad”. Lo dijo con la calma de siempre, pero con un subtexto evidente: la espera por los fichajes importantes se está alargando demasiado.
En aquel momento, la lectura era directa. El centro del campo no tenía la pausa necesaria para salir con criterio tras recuperar el balón, como sí la tuvo en la segunda vuelta del año pasado. Y lo soltó sin rodeos: “Sin estar presionados hemos fallado pases sencillos. Pero bueno, es trabajo… aún han de venir jugadores porque todos sabemos que la plantilla se ha de reforzar para dar un salto de calidad como todos pedimos, pero también hemos de crecer como equipo y tener esa confianza”.
Manolo insistió en que no se trata solo de traer nombres, sino de generar competencia real: “No podemos tener 11 jugadores que jueguen la temporada y no los puedas mover… la competencia es vital, es media vida”. Una filosofía clara: los que vengan, que mejoren lo que hay; y los que están, que eleven el nivel para no perder el sitio.
También dejó claro que prefería tener a los refuerzos cuanto antes, sin esperar a los últimos coletazos del mercado: “Hemos de intentar que lleguen cuanto antes mejor, porque si no llegas a agosto a tres partidos del cierre y son importantes… entendiendo las circunstancias”. Nada de talonarios locos, todo dentro del límite salarial, pero con urgencia.
La presión es evidente. La llegada de Alan Pace al club aún no se ha materializado y, mientras la afición sueña con algo más que la salvación, Manolo sabe que, si los resultados no acompañan, él será el primero en estar en la diana, muy probablemente de forma injusta. Este curso, además de esperar refuerzos, tendrá que exprimir al máximo lo que ya tiene para que su libreto de juego -ese que la pasada temporada se vio a ráfagas- se traduzca en puntos desde el inicio.
Un currículum forjado a base de pico y pala
Manolo no llegó a Primera por marketing ni por relaciones públicas. Empezó en campos de Tercera y Segunda RFEF, subió al Badalona, hizo competitivo al Europa y ganó el respeto de todos sus vestuarios. Su aterrizaje en el Espanyol B fue sin ruido, pero con resultados: orden, victorias y crecimiento del filial.
Cuando el primer equipo estaba roto y sin rumbo, aceptó el reto de levantarlo. Recuperó la conexión con la grada, dio confianza a la cantera, devolvió la mejor versión de los veteranos y, lo más importante, devolvió al Espanyol a Primera. La afición lo hizo suyo porque hablaba poco… pero trabajaba mucho.
Una pretemporada que invita al optimismo
A pesar del ruido de mercado, la preparación veraniega ha sido buena. El Espanyol ha encajado solo cuatro goles en seis partidos y ha competido contra rivales de nivel como Wolfsburg, Union Berlín, Southampton o Newcastle. La victoria contra los ingleses de Championship y el empate a última hora frente al Newcastle -con golazo de Kike García– dejaron claro que el equipo compite y que la solidez defensiva es real.
El vestuario está cohesionado, a falta de que lleguen esas esperadas piezas que acaben de completar el puzzle los fichajes de Fran Garagarza parecen encajar y, por primera vez en mucho tiempo, la plantilla tiene un esqueleto definido. La renovación de Manolo hasta 2027 es una declaración de confianza total por parte del club, pero también un recordatorio: este es el año para consolidarse y, quizá, para empezar a mirar más arriba.
Si algo ha demostrado Manolo González es que no necesita palabras grandilocuentes para convencer. Su trabajo habla por él. Ahora falta ver si, con o sin todos los refuerzos deseados, consigue que su segundo año en la élite sea el de la confirmación.