El Espanyol se llevó un punto de Anoeta en un partido que fue una auténtica montaña rusa. El empate a dos ante la Real Sociedad deja una sensación extraña: orgullo por la imagen mostrada y cabreo por cómo se escapó una victoria que parecía en el bolsillo en el 60’, con un 0-2 que en ocho minutos se esfumó. Fue un partido de esos que dejan debate, porque el equipo de Manolo González enseñó lo mejor y lo peor de sí mismo en el mismo partido.
El once inicial ya dejó señales claras: Miguel Rubio, Dolan y Pere Milla entraron de inicio como premio a su gran actuación contra el Atlético, y la jugada le salió bien al míster, que dejaba claro que este año va a imperar la meritocracia. La primera parte fue perica de principio a fin. Aguantaron el vendaval inicial de la Real, que apretó con Kubo y compañía, y respondieron con personalidad. En la primera que tuvieron, Pere Milla, tocado por los dioses en este arranque de Liga, clavó un cabezazo espectacular tras centro de Roberto. Y antes del descanso, Puado puso el 0-2 desde el punto de penalti tras repetir el lanzamiento porque un rival había invadido el área. Todo pintaba de maravilla: serios atrás, eléctricos a la contra y con un plan clarísimo.
La segunda parte, en cambio, fue otra historia. El equipo se resbaló -literalmente en el caso de Omar en el 1-2- y la Real se vino arriba. Barrenetxea primero y Oskarsson después silenciaron de golpe la ilusión perica. El Espanyol sufrió, se aculó demasiado y los cambios no aportaron el aire que pedía el partido. La Real creyó hasta el final y Anoeta rugió, pero los blanquiazules resistieron como pudieron, con un Dmitrovic que salvó el tercero de Brais. Eso sí, incluso con todo en contra, Puado tuvo en el añadido el 2-3, pero le faltó la puntería final.
La lectura es doble. Por un lado, el equipo sigue invicto, suma 4 puntos ante Atlético y Real y deja claro que tiene identidad: cada recuperación se convierte en amenaza, hay energía y electricidad, y se acabó con 15 disparos en Anoeta. Manolo lo resumió con sinceridad: “Me voy contento con los jugadores y creo que la nota más positiva es la imagen del equipo. El equipo ha crecido con pelota y hemos acabado con 15 disparos en el campo de la Real. Eso hace un año era impensable. El equipo crece cada día. La competencia que hay en el grupo es muy buena”.
Pero la otra cara de la moneda también existe. “Nos vamos jodidos porque era un partido difícil. En nuestro mejor momento ha llegado su gol y la lástima ha sido no matar el partido. Con su segundo gol nos han matado. Hay que corregir los errores”, explicó un Manolo muy autocrítico. La falta de solidez en la segunda parte pesó, y se notó que faltan piezas en el centro del campo. Calero acabó sustituyendo a Pol Lozano en el pivote, y eso refleja que la plantilla aún no está completa. Un pivote defensivo y otro central con experiencia posiblemente habrían marcado la diferencia, aunque eso supone entrar en el terreno de la especulación.
En el apartado personal, hay que destacar las sensaciones positivas de hombres como Roberto, muy activo pese a no marcar, la sensación de que Dolan a poco que crezca en decisión puede ser un elemento que aporte mucho, y de que Milla está recuperado para la causa. Las conclusiones que se pueden extraer con otros futbolistas no pueden ser tan favorables, y algunos de ellos deben dar un paso adelante.
En definitiva, el Espanyol mostró que sabe a lo que juega, que cada vez tiene más confianza y que ya no se arruga en escenarios grandes. Se escaparon dos puntos, pero el equipo se va de Anoeta con algo más que un empate: se va con la certeza de que compite y de que, con los refuerzos que están al caer, este proyecto tiene recorrido. Como dijo Pere Milla, “se nos escaparon dos puntos”, pero también se ganó algo: la sensación de que este Espanyol puede dar mucha guerra.