El Espanyol se marchó de Anoeta con un empate (2-2) que deja un regusto amargo. Los de Manolo González lo tenían todo de cara con un 0-2 al descanso y una primera parte en la que supieron golpear en los momentos clave. Pero la Real Sociedad reaccionó tras el descanso y acabó neutralizando la ventaja perica. Punto sufrido, trabajado y que, según cómo se mire, puede saber a premio en un campo complicadísimo… o a dos puntos que se escapan. El inicio fue un pequeño terremoto, con la Real apretando arriba y generando ocasiones claras. Dmitrovic se vio exigido desde el principio, pero el Espanyol, fiel a su plan, esperó el error rival para morder. Y lo encontró. Una pérdida inocente de Sucic en campo propio fue el detonante: Turrientes no logró frenar la contra y Roberto, con calma, levantó la cabeza y puso un centro preciso para que Pere Milla cabeceara el 0-1 en el minuto 10. Silencio en Anoeta y golpe de moral tremendo para los blanquiazules. Los minutos siguientes confirmaron que el Espanyol estaba metidísimo. Dolan probó fortuna dos veces desde la frontal y obligó a Remiro a estar atento. Y antes del descanso llegó el segundo mazazo: penalti claro de Jon Martín sobre Roberto. Puado falló el primero, pero el VAR mandó repetirlo por invasión. En la segunda oportunidad, el capitán no perdonó y clavó el 0-2 en el 44’. Medio Anoeta hervía de indignación, pero los pericos se marchaban al vestuario con una ventaja que parecía medio botín asegurado. El problema fue lo que vino después. La Real cambió la cara tras el descanso con la entrada de Óskarsson y Gorrotxategi, y al Espanyol le empezó a costar cada vez más salir de atrás. El empuje local se notó y, tras un resbalón desafortunado de El Hilali, Barrenetxea aprovechó para recortar distancias en el 61’. El gol animó a los donostiarras y, en pleno arreón, apareció Oyarzabal para inventarse un pase imposible que Óskarsson transformó en el 2-2 en el 70’. A partir de ahí, el guion fue claro: el Espanyol aguantando como podía y Anoeta empujando a la Real hacia la remontada. Dmitrovic salvó el 3-2 con una parada decisiva a Brais y la zaga perica, con Cabrera y Rubio multiplicándose, sacó balones como pudo. El pitido final sonó casi como un alivio para un equipo que había sufrido de lo lindo en la segunda parte. El Espanyol se va de San Sebastián con un empate que, visto lo visto, puede darse por bueno. Eso sí, la sensación de haber dejado escapar una victoria histórica duele. Al menos queda claro que este equipo tiene gol, pegada y fe. Pero también que en Primera, cuando perdonas y das aire al rival, lo pagas. Anoeta volvió a recordarlo.