Los recientes registros en la sede de la RFEF y el domicilio del ex presidente Luis Rubiales siguen manchando al fútbol español con una investigación en la que ya hay diferentes detenciones. Curiosamente, a nivel de Catalunya hay una especie de velo de silencio respecto a una de las figuras que aparece relacionada con esta trama, la del ex jugador del FC Barcelona Gerard Piqué, que recuerda mucho a cuando se disculpaba su actitud insultante respecto al RCD Espanyol y el hecho perico durante su etapa de jugador en activo. Parece ignorarse desde la mayoría de medios catalanes que Miguel Ángel Galán, impulsor de la denuncia contra Rubiales en el 2022 por el tema de la Supercopa de España y por la que se cree que se han originado los registros, ha dejado claro que “mi denuncia iba contra Rubiales y Piqué“. “Piqué ahora no está saliendo, pero el principal beneficiado económicamente de esto es él. Parece que hay movimientos sospechosos en las cuentas para blanquear dinero”, manifestaba en una reciente entrevista en la que aclaraba que la denuncia contra Rubiales era por un presunto delito de administración desleal y de corrupción en los negocios y contra Piqué, por corrupción en los negocios, al entender que “entregar una competición pública sin un concurso público con 24 millones de euros en comisión es corrupción”.
Un velo mediático que protege a Piqué y que algunas voces comienzan a denunciar
Este velo mediático de silencio ha sido denunciado por algunos personajes públicos, como Xavi Fina, que en su habitual columna en el ‘Ara’ se lamenta por el hecho de que “el fútbol español (y el fútbol en general) está podrido. En esto estamos todos de acuerdo. Cómo lo estamos cuando juzgamos a personajes como Luis Rubiales o Javier Tebas. Pero cuando toca opinar e informar sobre los amigos catalanes de estos personajes, sobre quienes, desde Catalunya, han hecho negocios con ellos (sea en forma de derechos televisivos, de realización del VAR o de organización de la Supercopa) nos encienden todas las alarmas, los silencios son atronadores, los eufemismos imaginativos y las justificaciones rocambolescas. Por prudencia y por ignorancia me abstengo de entrar en la dimensión penal. Pero no tengo ningún problema en juzgar como inmoral hacer de comisionista con el gobierno de Arabia Saudita. ‘Ya se sabe, todo el mundo hace estas cosas por dinero’, me dirán algunos. ‘No, perdone, todo el mundo, no’. Estoy seguro de que somos muchos los que pensamos que el dinero no lo justifica todo. Y aquí, sólo faltaría, el equipo de tus amores no tiene nada que ver: existe la misma proporción de bondad (y de maldad) entre los culés que entre los pericos. Pero al margen del Código Penal y de la ética, existe una tercera dimensión poco explorada. Gerard Piqué que hacía, legalmente, de comisionista, era en ese momento futbolista del Barça. El acosador y presunto delincuente Rubiales era el máximo responsable de la Federación en la que competía el futbolista Piqué, con el que, incluso, se permitía hacer bromas sexuales y machistas. Eso sí, después de haberle felicitado por la victoria y el gol. Quien en último término manda a los árbitros (y aquí sentimos como un rumor el nombre de Negreira) haciendo negocios de marisquería con uno de los participantes en la competición. Unos acuerdos en los que se repartía un pastel económico que beneficia al equipo de Piqué. Un acuerdo que casi ‘obliga’ a que este equipo (y su espejo en Madrid) quede entre los dos primeros de la Liga o sea finalista de la Copa (y por eso todos sabemos que el Girona no quedará segundo). Un acuerdo, por tanto, que interfiere en la competición. ¿De verdad que nadie lo ve extraño? ¿Hay que ser perico para encontrar que esto no está bien?”.
La jueza trata de determinar si Rubiales y Piqué actuaron irregularmente para forrarse con el torneo
Está por ver hacia donde evoluciona este caso, y cuáles son las repercusiones legales y éticas respecto a los implicados, pero no se puede esconder que la pieza principal del proceso, que se instruye en Majadahonda, trata de comprobar si Luis Rubiales y Gerard Piqué, entre otros, amañaron entre sí comisiones ilegales que pudieron quizá tratar de blanquear después. Como explica hoy ‘ABC’, el elemento fundamental del juicio es un documento de apenas un par folios donde aparecen tres firmas: la de Rubiales, la de Piqué y la de Ahmed Mohtaseb, representante de la compañía pública saudí SELA. El breve anexo al contrato de la Supercopa de España saudí se firmó el mismo día que el contrato, el 11 de septiembre de 2019. Este documento es tan importante para los denunciantes y la magistrada porque se ocultó su existencia durante todo el proceso previo a la firma del mismo, y también después: ni Integridad, ni el Comité de Ética ni otros cuerpos intermedios de la Federación supieron que existía, entre otras cosas, un probable conflicto de intereses por la relación personal y profesional de las partes implicadas en el negocio. Incluso con ese desconocimiento, la vicepresidenta de Integridad, Ana Muñoz, dimitió de su cargo por ese contrato; su sustituta, Elvira Andrés, es la mano derecha hoy de Pedro Rocha. El hecho de que el mismo día, en un acto de dos minutos, Rubiales impusiera a Arabia Saudí que el “agente intermediario” previsto en el contrato era en realidad Kosmos, la conocida empresa de Gerard Piqué, hace sospechar a los investigadores dos cosas: primero, que Kosmos fue parte del trato desde el principio; segundo, que hubo un posible manoseo financiero privado entre Rubiales y Piqué, amigos entre sí, de forma que es imposible que la RFEF dijese la verdad cuando aseguró que no tenían relación alguna con Kosmos, y que esta empresa, en realidad, fue contratada por Arabia Saudí. Gracias a esa pequeña adenda, la comisión de Piqué por llevarse el torneo al desierto se estableció en 24 millones de euros. Un año después, a finales de 2020, existió una segunda adenda por la cual se prorrogaba la duración del contrato hasta 2030 y la comisión del futbolista crecía ostensiblemente: un total de 40 millones por 10 años. El propio Rubiales llegó a admitir públicamente la intermediación de la empresa de Piqué, pero que no habían pagado comisión alguna para trasladar un torneo que el expresidente llamaba la “Supercopa de la igualdad”. En ese acuerdo, además, se estipuló que tanto la RFEF como Kosmos recibirían una mayor comisión del Gobierno saudí siempre que el Real Madrid y Barcelona disputasen el torneo. La firma se estampó en el contrato, algo que es cuando menos éticamente reprobable, cuando Piqué jugaba todavía en el FC Barcelona. La Agencia Tributaria fue el primer ente en darse cuenta de que existía algo extraño en esta operación, tras advertir que la Intervención General del Estado (IGAE) establecía que “la relación entre la RFEF y Kosmos se quiso mantener oculta”, pero habían sido socios en este negocio. En el contrato principal firmado por la RFEF y Arabia Saudí se recogía una “tarifa de éxito” de 4 millones de euros por edición. La clave es que en ese primer contrato principal no se identifica al beneficiario de este plus. Tan solo unos minutos después se firmó la adenda, donde se dice textualmente: “las partes convienen que el agente mencionado en las cláusulas 6.3 y 6.5 del contrato se refiere a Kosmos Football”. La llamada “tarifa de éxito” era de casi obligado cumplimiento por parte de Arabia Saudí: en caso de negarse, la Federación podía rescindir el acuerdo. Hasta la intervención de la jueza, el único contrato que había trascendido fue el primero, el principal. Fuentes próximas al caso que cita ‘ABC’ dicen tener la certeza de que Tomás González Cueto, cerebro legal de Rubiales, visitó en secreto a los responsables de Kosmos para pedir algún tipo de contraprestación. La RFEF ha repetido que nunca impuso la participación de Piqué en esta operación.
