En plena tormenta emocional por la salida de Joan García rumbo al FC Barcelona, una operación que ha tocado una de las fibras más sensibles del espanyolismo, el presidente de la Generalitat, Salvador Illa, ha ofrecido su visión en El Món a RAC1, manteniéndose fiel a su estilo habitual: comedido, diplomático y, una vez más, sin mojarse del todo pese a su conocida simpatía por el RCD Espanyol.
Preguntado por Jordi Basté sobre si consideraba “una alta traición” que el guardameta de Sallent, surgido de la cantera blanquiazul, fichara por el eterno rival, Illa respondió con una frialdad calculada: “No lo calificaría así. Me hubiese gustado que continuase, pero el deporte de élite ya lo tiene esto. ¿Y que vaya al Barça? Prefiero que vaya a un equipo catalán”.
La frase ha resonado con fuerza, no tanto por su contundencia, sino precisamente por lo contrario. En un momento en el que muchos socios y aficionados pericos esperaban una muestra de empatía o, al menos, un gesto que reflejara el sentir generalizado de una afición herida, Illa ha optado por mantenerse al margen del conflicto emocional. Una postura que ha generado cierta decepción en parte del entorno perico.
Y es que no se trata de una salida cualquiera. La marcha de Joan García al Barça, una vez se deposite en LaLiga el cheque correspondiente a su cláusula de rescisión —algo que puede ocurrir a finales de esta semana o principios de la siguiente—, no es solo un traspaso: es un símbolo de todo lo que irrita al espanyolismo. Un talento formado desde edad cadete en la Dani Jarque, consolidado en el primer equipo, que abandona el club en plena etapa de crecimiento… y lo hace precisamente para enfundarse la camiseta azulgrana.
La operación se ha cerrado con un contrato de seis años, diseñado por el FC Barcelona desde una lógica estrictamente contable, que permitirá amortizar su coste de forma progresiva. Según ha trascendido, el club blaugrana tiene previsto mejorar poco a poco las condiciones del jugador conforme avance su rendimiento, pero la prioridad ha sido cuadrar números. La dimensión emocional del traspaso, sin embargo, es bien distinta en el entorno blanquiazul.
Por eso, las palabras de Salvador Illa, más allá de su corrección institucional, evidencian una vez más esa tendencia suya a la neutralidad incluso cuando el contexto parece pedir una toma de postura más clara. No era necesario alimentar la polémica, pero sí quizá mostrar algo más de sensibilidad con un club al que él mismo ha dicho en varias ocasiones que se siente cercano. Nuevamente, el president ha optado por la equidistancia. Y esa equidistancia, para muchos pericos, ha sonado a silencio.
