El Espanyol – Barça de este jueves no solo concentra una enorme carga deportiva. También se ha convertido, en las últimas horas, en un foco político con dos nombres propios que han entrado de lleno en la conversación: Salvador Illa y Gabriel Rufián. Ambos se han declarado abiertamente seguidores del Espanyol en distintas ocasiones, pero sus recientes intervenciones públicas han provocado reacciones dispares en el entorno blanquiazul.
Salvador Illa, presidente de la Generalitat y socio del Espanyol
Salvador Illa asistirá al derbi desde el palco del RCDE Stadium, acompañado de los presidentes de ambas entidades, Mao Ye y Joan Laporta, en un encuentro con un fuerte componente institucional. Illa, primer president de la Generalitat que ha reconocido ser socio del Espanyol, mantiene una vinculación histórica con el club, tanto por tradición familiar como por implicación directa: llegó a entrenar un equipo de la Penya Blanc-i-Blava de La Roca del Vallès.
Sin embargo, sus declaraciones de este martes en el programa Cafè d’idees de RTVE Catalunya han generado debate. Al ser preguntado por la posibilidad de que el FC Barcelona se proclame campeón en Cornellà, Illa fue claro:
“Yo me alegraré que gane la Liga el Barça. ¿Qué puede ganarla jugando el jueves? Y yo me alegraré de que gane la Liga el Barça”
El president matizó que esa posición no implica desear una derrota del Espanyol:
“No quiero que pierda el Espanyol, yo no he dicho eso. Me alegro de que el Barça ganase al Madrid, que gane la Liga, creo que lo tiene a tocar. ¿Con quién voy el jueves? El presidente de Catalunya no va con ninguno, va con todos los equipos catalanes, y cuando juegan equipos catalanes es neutral”
Pero añadió:
“Salvador Illa ya sabe usted con quién va. Tengo previsto ir al estadio, estaré en el palco y como presidente estaré cumpliendo mis obligaciones institucionales, que son estar siempre a favor de todos los equipos catalanes y desearles que les vaya a todos ellos muy bien”
Finalmente, en referencia al peso del Barça como símbolo de identidad catalana, quiso dejar claro que la Generalitat no distingue entre clubes:
“Es verdad que es un club muy importante para Catalunya, pero aquí hay más clubes de fútbol: el Espanyol, el Girona, el Nàstic… muchos más, y estoy a favor de todos ellos”
Sus palabras han sido recibidas con recelo por una parte de la afición del Espanyol, que esperaba una mayor sensibilidad en un contexto tan simbólico y delicado, donde el equipo blanquiazul se juega buena parte de sus opciones de permanencia.
Gabriel Rufián, entre la ambigüedad y la ironía
También ha generado controversia la actitud de Gabriel Rufián, portavoz de ERC en el Congreso y reconocido aficionado perico, aunque en las redes sociales su actividad parezca apuntar en dirección contraria. Durante el reciente Clásico entre Real Madrid y Barça, Rufián volvió a posicionarse con claridad en favor del conjunto azulgrana, ironizando con las decisiones arbitrales:
“Una es mano y la otra no porque Tchouaméni es portero”, escribió en X (antiguo Twitter), en referencia a dos acciones similares sancionadas de forma opuesta
Y no se quedó ahí. Al final del encuentro, añadió otro comentario sarcástico:
“Si el Madrid llega a empatar, Hernández Hernández te pita prórroga y penaltis”
Estos mensajes, en clave humorística, no han sentado bien entre parte del aficionado perico, que reprocha a Rufián el uso constante de sus redes para defender al Barça o atacar al Real Madrid desde una óptica más cercana al discurso culé que al sentimiento blanquiazul que en teoría profesa.
Un partido de alta tensión… dentro y fuera del campo
El derbi de este jueves llega con todos los ingredientes de una cita trascendental: el Barça puede proclamarse campeón, el Espanyol busca sellar su permanencia. Y en paralelo, las palabras y gestos de dos dirigentes políticos que se han declarado pericos, pero cuyas manifestaciones públicas han reabierto un viejo debate: ¿hasta qué punto se puede —o se debe— separar el sentimiento personal de la responsabilidad pública?
Lo que está claro es que, en esta ocasión, la política también juega su propio partido. Y lo hace, como casi siempre, sin pasar desapercibida.
