La opinión de Juan José Caseiro tras el Valladolid – Espanyol:
Hay datos que son historia; empatar 17 veces lo hicieron en 1984 Karpov contra Kasparov, en aquella batalla ajedrecística de dos genios, que por las noticias nos llegaba desde Moscú. Sin embargo, hacerlo en esta Hypermotion solo ha servido para mostrar que cuando no te da para ganar, esto es lo máximo a que puedes aspirar.
Ni el arrojo en una salida mal medida penalizó un Joan que sale como autor material del punto; tras una primera parte de incógnito, Óscar Gil desató el achicharramiento del perico; con un Sergi típico, en el centro sobresalió Cabrera desatado en el pase y en ir al ataque; Brian, de nuevo, apostó todo al nervio que le caracteriza.
Un espeso Gragera que se está convirtiendo en coleccionista de amarillas; a Aguado la presión le hace un futbolista bajo mínimos y Nico se metió el solito en camisa de once varas.
La bola en el tobillo de Jofre merecía revisión de VAR; Gastón no tuvo repercusión para fundamentar su segunda titularidad y Braithwaite quiso ir solo a la guerra que dio a entender el miércoles en rueda de prensa.
El bloque de cambios empezó con Roca, por delante de vacas sagradas; Keidi para dar presencia al inexistente centro del campo junto a Milla, autor del único chut entre palos. Bauza leyó rápido el partido y también lo hizo Víctor y si no me fío de un jugador que entra mascando chicle, el de Esplugues cumplió con lo esperado.
Un colíder que no daba miedo y el máximo aspirante al ascenso incapaz de chutar al portero rival. Este Valladolid – Espanyol solo lo vimos los muy cafeteros y los aficionados de ambos equipos. Sí, el arbitraje ha condicionado, en la misma proporción que salir al campo a hacer el Don Tancredo. Hemos inventado el fútbol zozobra, que según a la hora que se juegue, actúa como un sedante que te deja paralizado. Y ya van unas cuantas veces.
Juan José Caseiro