Espanyol y Valencia firmaron un empate (2-2) que dejó a todos con la sensación de que el fútbol había sido justo, pero que a los ché les supo a derrota. Los de Corberán acariciaban su primera victoria fuera de casa, pero apareció Javi Puado, en el último segundo, para salvar un punto y volver a convertirse en la pesadilla de los valencianistas. El Espanyol salió con chispa y nada más empezar tuvo una clarísima ocasión en las botas de Kike García, desbaratada por Agirrezabala. Pero ese empuje inicial se fue apagando. El Valencia creció y golpeó primero: minuto 15, jugada por la izquierda, centro medido de Luis Rioja, aclarado de Hugo Duro y Danjuma, libre de marca, fusiló a Dmitrović para poner el 0-1. El segundo tiempo fue un carrusel de emociones. El Espanyol salió decidido y en el 58 encontró premio: córner servido al corazón del área y Leandro Cabrera, con un cabezazo imponente, igualó la contienda. Cornellà rugía, pero la alegría duró un suspiro. En la siguiente acción, otro córner, y Hugo Duro, de cabeza, devolvió la ventaja al Valencia (1-2). Con el marcador a favor, los de Mestalla se replegaron y resistieron los intentos blanquiazules. El Espanyol lo intentaba una y otra vez, pero entre la zaga ché y un Agirrezabala muy seguro, parecía que los tres puntos viajarían a Valencia. Y entonces llegó la última jugada. Falta en la frontal, de esas que siempre generan polémica. Edu Expósito la puso al área, Roberto prolongó de cabeza en el primer palo y por el segundo apareció Puado, letal, para cabecear el 2-2. Cornellà estalló de alegría, mientras el Valencia se quedaba helado. No era la primera vez: Puado ya suma cuatro goles en siete partidos ligueros ante los ché, su víctima favorita. El pitido final dejó dos sensaciones opuestas. El Espanyol celebró el punto como un triunfo, porque lo arrancó con fe y corazón. El Valencia, en cambio, se marchó con la amargura de ver escapar dos puntos en el último suspiro. Un empate que, más allá de las emociones, refleja bien lo que pasó sobre el césped.