El Espanyol regresa este lunes a La Cerámica para jugar ante el primer equipo del Villarreal, a un estadio que la temporada pasada dejó una cicatriz profunda en su camino hacia el ascenso. En aquel entonces, el equipo dirigido por Luis García llegaba al partido contra el equipo B groguet líder de LaLiga Hypermotion, con buenas sensaciones y una defensa que parecía haber encontrado el equilibrio tras un inicio titubeante. Pero todo se torció aquella noche contra el filial del Villarreal. Un partido que, visto con perspectiva, supuso el punto de partida de una cuesta abajo que acabó con la destitución del técnico asturiano.
El Villarreal B, un equipo que llegaba al partido sin hacer demasiado ruido aunque es cierto que llevaba 5 encuentros sin perder -1 victoria y cuatro empates-, salió al campo con una intensidad que sorprendió a los blanquiazules. En 25 minutos ya habían encajado dos goles y Luis García, consciente del desastre, intentó cambiar al descanso el sistema de 3 centrales por el que sorprendentemente apostó. La reacción perica fue insuficiente y el joven Jorge Pascual, con un doblete, ayudado de la magia de Ontiveros, certificó el drama.

El Espanyol salió de allí muy tocado, perdiendo cuatro de los siguientes cinco partidos. La confianza de la afición y de los responsables de la entidad se resquebrajó, y el proyecto de Luis García se desmoronó estrepitosamente hasta provocar la destitución del asturiano sumando sólo una victoria en los siguientes 5 encuentros, la conseguida en casa ante el Valladolid por 2-0, pasando a ser quinto en la categoría a cuatro puntos del líder. Esa dinámica negativa comenzó con esa funesta noche en Villarreal: desde aquel encuentro sólo se ganó al Valladolid, se sumaron dos derrotas por 0-1 ante el Leganés y 2-0 ante el Sporting de Gijón, y en el último partido de Liga, se sumó un punto en el empate ante el Eibar, escapándose el triunfo de manera más que cruel. Ante el Huesca, ya se sentó en el banquillo Luis Miguel Ramis, que tampoco acabó el curso, siendo a su vez reemplazado por Manolo González, el auténtico héroe del ascenso.

Luís García había llegado al club perico a finales de la anterior campaña con el difícil objetivo de salvar la categoría. No lo consiguió, cerrando el año con malos resultados, aunque se siguió confiando en él para lograr el objetivo del ascenso; pese a un inicio esperanzador en Segunda, en que en algunos partidos como el del Ciutat de Valencia se sublimó su apuesta por un juego atractivo y de toque, la destitución llegó tras catorce partidos en que el ovetense no pudo acabar de asentar regularidad en los resultados ni de implementar con éxito ese estilo de juego propio. Los resultados acabaron con la paciencia de la cúpula, que optaba por la destitución del técnico, una decisión la de Fran Garagarza que fue en su momento muy cuestionada. La apuesta del vasco por Ramis tampoco salió bien, pero afortunadamente supo rectificar a tiempo colocando al frente del equipo a Manolo, el hombre al que había llevado al banquillo del filial a principios de aquel curso, y que acabó culminando el objetivo de volver a Primera.

Meses después, con el equipo de vuelta en Primera y ahora con el preparador gallego en el banquillo, el Espanyol vuelve a La Cerámica, esta vez para enfrentarse al primer equipo del Villarreal. Un duelo complicado, con Marcelino al frente de un Submarino Amarillo que es un rival temible. Pero este Espanyol es otro del de principio de curso. Con personalidad, con carácter, con la sensación de que cada partido es una batalla que pueden pelear hasta el final.
Este lunes, el equipo tiene una oportunidad de sacarse definitivamente una espina que resultó muy dolorosa. De demostrar que el pasado ya no pesa y que pueden plantarle cara a cualquiera. Villarreal es un escenario de malos recuerdos, cierto, pero también puede ser el escenario de una victoria que refuerce su camino hacia la permanencia.