Este sábado, en la Ciutat Esportiva Dani Jarque, se verán las caras dos mundos que, en teoría, no deberían ni rozarse. Por un lado, el Espanyol de Manolo González, técnico gallego de fútbol de barro, de campo de tierra y mochila cargada de modestia y trabajo. Y enfrente, el nuevo Southampton de Will Still, un entrenador que no salió de la escuela de entrenadores tradicional, sino de una consola. O mejor dicho, del teclado. Porque el bueno de Will aprendió táctica y estrategia jugando a Football Manager.
Y no es broma. Él mismo lo ha contado más de una vez: “De pequeños nos dedicábamos a crear una plantilla, elegir un equipo, organizar los entrenamientos, asegurarnos de que el equipo iba en la dirección correcta… todos los detalles.” Así pasaba las noches con su hermano, casi en plan obsesivo, construyendo equipos virtuales mientras soñaba con dirigir uno real. Lo curioso es que acabó consiguiéndolo.
Will Still, nacido en 1992 en Bélgica, empezó desde muy joven a ver el fútbol desde un ángulo poco habitual. Mientras otros chicos de su edad querían ser delanteros como Henry o porteros como Buffon, él se imaginaba con el chándal del entrenador. Football Manager fue su campo de pruebas. Ahí aprendió a leer partidos, a jugar con los sistemas, a improvisar sobre la marcha. Y cuando se lo tomó en serio, decidió formarse de verdad: se marchó a Inglaterra para estudiar dirección técnica, y luego regresó a Bélgica para hacer carrera como asistente en clubes humildes.
Pero el gran salto le llegó en 2022, cuando el Stade de Reims lo nombró técnico interino tras la destitución de Óscar García, del que era un ayudante más. Era una apuesta arriesgada: Still tenía solo 30 años, algo impropio para un técnico de élite, y ni siquiera contaba con la licencia UEFA Pro, por lo que el club debía pagar una multa de 25.000 euros por cada partido que dirigiera. Pero el equipo empezó a volar con él al mando. Hasta 19 partidos seguidos sin perder llegó a encadenar en Ligue 1, algo histórico para un debutante. Dejó de ser interino y se convirtió en fenómeno mediático.
Después pasó por el RC Lens, donde también dejó buenas sensaciones. Lo tenía todo para quedarse unos años en Francia, pero entonces la vida le cambió de golpe. Su pareja, la periodista británica Emma Saunders, fue diagnosticada con cáncer de tiroides y además sufrió una encefalitis. Will lo dejó todo para estar con ella en Inglaterra. Y ahí apareció el Southampton, que acababa de bajar de la Premier y necesitaba reconstruirse desde los cimientos. Still aceptó el reto, y ahora sueña con devolver a los Saints a la élite.
En contraste, Manolo González no tiene detrás ninguna historia de videojuego, ni una irrupción mediática, ni portadas. Lo suyo ha sido siempre de pico y pala. Un entrenador que se ha curtido en Tercera, en campos sin luz artificial y donde el scouting lo haces a ojo. El típico míster que conoce el nombre del utillero de todos los campos de Catalunya. Su camino hasta el banquillo del Espanyol ha sido mucho más lento, menos mediático, pero igual de válido. Y en el fondo, igual de romántico.
Manolo cogió al Espanyol en una situación delicada, lo levantó a base de trabajo y sentido común, y además de lograr el ascenso, se ganó el respeto del vestuario y la confianza del club. Hoy, con una plantilla aún en construcción, sigue buscando el equilibrio sin renunciar a su estilo directo y exigente.
Este sábado, en la Dani Jarque, se cruzan dos ideas distintas de fútbol. Will Still, el técnico amante del mundo digital que dirige con auriculares en los entrenamientos y tiene pinta de haberse criado viendo resúmenes en YouTube. Y Manolo González, el de la libreta en mano y el grito a pulmón durante los rondos. Dos tipos de entrenadores. Dos mundos opuestos. Y un mismo objetivo: construir un equipo competitivo desde la autenticidad, uno viniendo desde el barro y el otro, de la pantalla y el teclado.



