El Espanyol está en un buen momento. Compite bien, encaja poco y transmite solidez. Pero claro, cuando generas tanto y no ganas, la sensación no es del todo buena. El 0-0 de Montilivi ante el Girona es el mejor ejemplo: un resultado que hace un par de años se habría celebrado como oro, y que hoy sabe a decepción. Eso, lejos de ser malo, es la prueba de que el equipo ha subido el listón y que ya no se conforma solo con resistir.
Muchos remates, pocos goles
Los números son claros: 41 disparos en dos partidos, contra Valencia y Girona. Una barbaridad que debería haberse traducido en más goles, y en consecuencia en más puntos. Pero el balance fue pobre: dos goles en Mestalla (y de estrategia) y ninguno en Girona. Manolo González lo resumió en una frase que da en el clavo: “La única pega que le puedes poner al equipo es un poco de efectividad”.
Ocasiones claras que no entran
En Montilivi, Dolan y Pere Milla tuvieron ocasiones muy claras para ganar el partido, pero la pelota no quiso entrar. En Mestalla, Puado falló dos remates que normalmente no se le escapan y Kike García erró lo que parecía imposible. Y claro, si fallas tanto, los rivales acaban rascando puntos sin haber hecho demasiado para merecerlo.
Atrás, todo lo contrario
Lo curioso es que el problema está arriba, porque atrás el Espanyol ha dado un paso de gigante. Hay un bloque muy sólido, y lo que antes era un quebradero de cabeza ahora transmite tranquilidad. El equipo ya tiene una base fiable. Falta que los de arriba afinen la puntería y traduzcan ese buen trabajo defensivo en victorias.
Cuestión de confianza
El gol siempre tiene algo de psicológico. Cuando un delantero falla varias seguidas, empieza a pensar más de la cuenta. Eso se vio en Montilivi, donde en varias jugadas se notó esa ansiedad por marcar. Pero lo bueno es que calidad sobra: Puado es de fiar, Dolan apunta maneras, Kike y Roberto son unos luchadores incansables y Pere Milla ya ha demostrado que puede ser decisivo.
El reto del Betis
El calendario no da respiro. El domingo llega el Betis a Cornellà, un rival que no suele perdonar. Será una prueba dura, pero también una oportunidad para que el equipo convierta en goles todo lo que genera. Porque lo difícil ya lo tiene: es sólido, juega bien y transmite confianza. Solo falta lo más simple y lo más complicado a la vez: que la pelota entre.



