Respira el Espanyol después de vencer por la mínima al Real Valladolid en un encuentro en el que fue de más a menos. Los blanquiazules se llevaron el tan necesitado triunfo en un encuentro en el que al equipo le faltó ese último paso que acabaron dando los ‘hombres de Rufete‘. Eso sí, apoyados por un recogepelotas.
Acabó Diego Martínez con el debate en la portería dándole las llaves del arco perico por segunda semana consecutiva a Benjamin Lecomte, y eso que el francés volvió a fallar en Cádiz. Seguramente, el temple del galo convenció a un míster que vio cómo poniendo a todos los jugadores en su sitio, o a casi todos, el equipo se empieza a parecer a eso, un equipo: es el ABC del fútbol, al que si además le quitas los errores que tanto han penalizado al Espanyol hasta el momento, da alegrías en forma de victorias.
Apostó el míster por un 4-4-2 en el que Edu Expósito fue el sacrificado. En banda izquierda se le vio perdido, al igual que a un Vini Souza que se empeña en querer construir cuando lo suyo es otra cosa. Volvieron los centrales que queremos ver y en una primera mitad en la que el Espanyol fue superior solo faltó el gol. De Puado, fallón y al que un tuerto ha mirado, ya llegará otro día.
Para sorpresa de todos, un Real Valladolid que nada había hecho más allá de un disparo de Sergio León que Lecomte (sí, Lecomte) mandó a córner dio un paso al frente. Sin demasiado peligro, pero lo suficiente para hacer recular al Espanyol y que se escucharan los primeros pitos en el RCDE Stadium. Volvía lo de siempre, un equipo sin alma. Y para colmo, Diego Martínez sin mover el banquillo cuando el equipo pedía a gritos un soplo de aire fresco.
En estas estábamos, viendo pasar los minutos y esperando el golpe de los de Pacheta cuando aparecieron los ‘hombres de Rufete‘. Esos dos jugadores que fichó el de Benejuzar a mediados de la pasada campaña y a los que está viendo desde el sofá de su casa. Saque de banda rápido de Darder para Brian Oliván, que con todo el tiempo del mundo se preparó un centro medido hacia un Joselu que, con un genial movimiento de testa, mandó un nuevo recado a Luis Enrique. Siete goles en nueve jornadas, Lucho. Tú mismo.
Un tanto festejado como se merecía en una piña en la que faltó el recogepelotas que entregó rápido el balón a Darder para que lo pusiera en juego y pillara por sorpresa y fuera de lugar a Lucas Olaza, o que permitió a Brian Oliván poner un balón con música. Chico, no nos olvidamos de los héroes anónimos. Piensa que en su día Gerard Moreno estaba como tú. Y míralo ahora. Glòria als herois.
Últimos minutos de juego y el Espanyol no sufrió, pero los nervios eran tantos que bien, lo que se dice bien, no lo pasó. Se dedicó a que pasaran los minutos, perdió tiempo (el otro fútbol ante el Real Valladolid no gusta, pero qué quieren que les diga, había que ganar por lo civil o por lo criminal) y se acabó llevando los tres puntos. Incluso Puado tuvo la sentencia, pero no fue su día; a la que entre una, le entrarán todas las que no le han entrado hasta ahora. Solo supo mal por el pobre Simo, que se quitó y se volvió a poner la sudadera 27 veces. Su caso da para otro artículo. Pero a uen seguro que, pese al mareo, sonrió por los tres puntos, como todos los pericos al ver cómo el Espanyol salvaba el orgullo de los equipos catalanes de Primera división esta jornada.